El partido de La Rosaleda era un duelo marcado en rojo en la agenda de técnicos, jugadores y dirigentes, de esos que sueñan los aficionados a principio de temporada, cuando el curso amanece y las ilusiones y los miedos compiten en igualdad. Después del descalabro de enero y del triunfo ante el Ibiza, la masa de seguidores de la Unión era consciente de que la victoria en Málaga confirmaría la mejora de su equipo y el haría dar un paso al frente en su autoestima y en sus aspiraciones.
Superando los pronósticos más optimistas más de 1.500 almerienses con banderas, bufandas y cánticos tomaron una de las gradas del recinto malagueño para ayudar a los suyos a conseguir el triunfo después de tres meses sin hacerlo como visitante. Un éxodo de hinchas indálicos histórico en los anales de nuestro balompié. Fue una noche hermosa de exaltación y de amor a unos colores y a una provincia, la nuestra, por parte de gente de bien que adora la tierra que le vio nacer o le cobija.
La marea rojiblanca se vio compensada con un final feliz, ya que su equipo logró el objetivo prioritario, ganar. Un triunfo que ha significado más que tres puntos, más que hacer felices a cuantos se desplazaron. Significa aumentar la diferencia con el Valladolid y mantener la que había antes de la jornada con el Tenerife, tres puntos. Además se acerca al Eibar del que sólo le separa un puntos. Cuatro equipos que van a pelear a brazo partido para conseguir las dos plazas directas de ascenso, salvó sorpresa mayúscula que tiene pocas posibilidades de producirse.
En La Rosaleda el equipo tuvo virtudes y defectos. Defendió con tanta eficacia que el Málaga, como había sucedido en la jornada anterior con el Ibiza, apenas si inquieto a Fernando. En ataque se acusó la baja de Ramazani, que vuelve el domingo, la falta de acierto en la toma de decisiones finales de Robertone y el poco protagonismo de Portillo. Así que, una vez más, le tocó al mejor delantero de la categoría llevar el mando de las operaciones ofensivas, bien acompañado por Pozo y Akieme. Sousa sigue en la recámara, mejor dicho, calentando banquillo.
El viernes abre la vigésimo octava jornada el Valladolid en Cartagena. El sábado el Eibar juega en Girona y el Tenerife recibe al Ibiza. El Almería vuelve al Mediterráneo como anfitrión del Mirandés. Considero obligado y necesario hacer mención al trabajo de González Esteban en la Rosaleda. El colegiado vasco no hizo sino confirmar que es uno de los mejores árbitros de la categoría, probablemente el número uno. Los jugadores de uno y otro bando entendieron que el mando lo ejercería con equidad el trencilla de Baracaldo y el partido transcurrió en todos los órdenes por donde debía. Transmite la sensación de que pitar es muy fácil, cuando en realidad no lo es.
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