El Alavés ganó porque dominó las dos áreas, es la ley que dicta sentencia en el fútbol. Pero además lo hizo con caballerosidad y mirando no humillar a un rival al que le iba la vida en el envite.
Para empezar Luis Rioja, al transformar la pena máxima, no celebró el haciendo un gesto de disculpa hacia una afición que supo quererle y mimarle cuando jugó como rojiblanco. De bien nacidos es ser agradecidos y Rioja volvió a dar un ejemplo de amor a un equipo y a una tierra que lanzó en el mundo del fútbol.
Es la prueba más palpable de que para querer y sentir los colores rojiblanco no es privativo de los jugadores nacidos en Almería, sino que los que no lo son a veces demuestran mayor respeto y cariño que los que han nacido aquí.
En esta misma línea de absoluto respeto se comportaron el meta Sivera, héroe de los alavesistas, y Duarte, central nacido en Almería que saludo con cariño a los hundidos futbolistas locales. Nada tiene que ver el miramiento con el que se comportaron los profesionales vitorianos al celebrar sus goles y su triunfo y la actitud obscena con la que los jugadores del Real Madrid celebraron su tercer gol frente al Almería.
La cruz tuvo como protagonista a Luis García Plaza, técnico del Alavés al menos preciar a nuestro club recurriendo a los presupuestos para engrandecer su trabajo y minimizar el de Garitano al decir que el Almería sí tiene delantero centro y señalando a Baptistao. Zapatero a tus zapatos y no a los del vecino. Todo lo que tiene de trabajador lo tiene de irrespetuoso.
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