“Les dije que sigan siendo buenos profesionales, gente sencilla y cariñosa con los clientes; siempre con el debido respeto. Cogí las llaves y se las entregué”. Son Jesús y Álex (por este orden) los únicos peluqueros que han acompañado a Rafael Torres Caravaca en la Peluquería Rafael de la calle Padre Santaella. Rafael, iba para torero y nacía junto a la Plaza Santa Rita hijo de Cristóbal y Encarna. Hermano de Juan José, Encarna y Paco. Siendo el mayor le tocó ayudar en casa y no se lo pierdan que toda su vida pasa dentro de una peluquería como ahora sus dos hijos varones a los que adora.
Casado en el Iglesia de Santiago con Francisca Muñoz: porque toda la familia son devotos de la Virgen de la Soledad. Árbitro de categoría y juez de línea con Andújar Oliver en Primera División, hoy asiste a la segunda generación de la empresa que fundó en 1984.
¿Cómo nace la Peluquería de Rafael?
Tras ir a la Escuela de don Simón que era un ‘general’ más que un maestro y estudiar en el Celia Viñas el Bachiller, entré a trabajar con don José Domínguez.
¿Los dos solos?
Solos no que tenía 7 peluqueros y yo con 15 años era el aprendiz y no paraba todo el día y aprendía mucho de todos ellos.
¿Cómo se hizo árbitro?
Un día con 16 años me dijo Antonio Vicente Ferrete si quería entrar gratis al fútbol que me pasara por la calle Juan Lirola.
¿Qué pasó después?
Me dijo “niño si te gusta el fútbol te haces árbItro” y llegue a Segunda División y como juez de línea a Primera. Así 25 años.
Y después de la Mili...
Me fui con Sebastián Campoy de ‘Sebastián y Manolo’ y de allí a J. Martín Peluquería que estaba de moda en Almería y trabajé en la calle Javier Sanz, llevando el negocio hasta que llegó el salto de mi carrera. Lo hice muy convencido.
¿Bendito año de 1984?
El arbitraje y el fútbol me hacía pedir permisos por los viajes y decidí que era el momento y me puse de alquiler en la calle Padre Santaella. Primero en el número 15 y luego en el 7. Me fue bien porque conocía a mucha gente que se vino a mi peluquería. Gente muy conocida de Almería. No me quejo.
Cuente, cuente.
No me quiero dejar a nadie y prefiero no dar nombres pero Guillermo Blanes siempre ha sido especial y lo sigue siendo porque le gusta mucho venir, y ahora le toca a mis hijos disfrutarlo. El secreto de la nueva generación es que los clientes de toda la vida se mantienen y ellos han incorporado muchas caras nuevas.
¿Una peluquería de lujo?
La respuesta es que siempre he cobrado lo establecido y los clientes han vuelto. Más que lujo damos cariño y buen servicio.
Habla en presente.
No, yo ya estoy jubilado y son mis hijos los que mandan pero mantienen a rajatabla mi único consejo.
¿Quién llega primero?
Jesús, tiene la carrera de empresariales y trabajó en Cajamar, pero un día me dijo que me quería echar una mano y lo formé como el buen peluquero que es. Luego Rafael Alejandro, Álex, se formó dos años en Granada y aquí lo tenemos.
Tienen mucho futuro.
Ellos han heredado los clientes de Peluquería Rafael y sus propias capacidades acercan a los más jóvenes por lo que puedo estar tranquilo con lo que viene.
Estudios, educación, profesionalidad, respeto...
Ellos han tenido una formación importante y pueden trabajar en otros oficios pero la peluquería les divierte y lo hacen bien. Nadie me ha dado las quejas.
¿Qué le dicen los clientes de toda la vida de ellos?
Todo bien. Se saben repartir a la clientela y me dicen que son muy divertidos y se nota que disfrutan con su trabajo. Van bien. Muy bien.
Mantienen el nombre.
Ellos saben que en Almería nos conocemos todo el mundo y después de toda una vida para qué cambiar de nombre. Yo no he tenido nada que ver. Ellos mandan.
¿Ha valido la pena?
No me puedo quejar de nada porque he trabajado mucho y han sido mis hijos los que han querido seguir sin que yo les haya pedido nada. Me siento muy orgulloso de ellos y espero que Almería los quiera como me han querido a mí toda la vida.
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