Corría el mes de junio de 1910. Apenas los aeroplanos habían empezado a despegar y mostrar sus vuelos por el mundo cuando la ‘Sportiva de Aviación’ -con sede en Madrid- remite una carta al alcalde de Almería, Braulio Moreno, para pedirle que medie con la Junta de Festejos para que el gran atractivo de la feria de ese año fuera la celebración de una Semana de Aviación al módico precio de 5.000 pesetas y la cesión de los suelos para realizar el evento.
La llegada de la misiva en una ciudad de provincias como Almería fue una revolución y apenas horas después el regidor remitía la carta a la Junta de Defensa del Comercio para pedir su visto bueno. Sin duda podría ser el elemento más atractivo de unas celebraciones que en la prensa se catalogaban ya de “repetitivas” y que necesitaban incorporar novedades.
Acuerdo
No había terminado el mes cuando ya se había cerrado el acuerdo entre Monsieor Charles Hong, organizador de la gran semana de aviación de Colonia, y el Consistorio para celebrar tres días de vuelos con biplanos Farman y monoplanos Bleriot o Antoinette durante la feria de agosto.
Todo estaba cerrado. La prensa aplaudía a las gestiones pensando en los titulares del día siguiente y se preparaban las construcciones que serían necesarias en el cauce del río Andarax.
No fue hasta mediados de agosto cuando en medio de un pleno el “sr. Maldonado llamó la atención de que parece que la fiesta de la aviación no va a celebrarse”, según recoge La Crónica Meridional del 16 de agosto. A partir de ahí se expone que efectivamente la Junta de Festejos no puede asegurar que vayan a venir. El piloto está contratado y el dinero depositado en un banco pero todo está por ver. Los nubarrones cubrieron entonces el cielo almeriense que veían como el susodicho piloto no fue a cumplir con su tarea en Málaga y tampoco vendría a Almería.
No hubo ni biplanos ni monoplanos a pesar de que el programa de feria así lo anunciara, pero eso sí, el dinero acabó destinado a una comida para niños del Hospicio, así que bien aprovechado quedó.
Ese año los almerienses se sintieron engañados pero no estaban dispuestos a renunciar al gran atractivo que suponía ver a un hombre volar así que volvieron a la carga en 1911. Se organizó todo junto a una comisión de festejos de Orán, se celebraba el raid de aviación entre Almería y la ciudad argelina, y el 25 de agosto, por fin, el cielo almeriense recibía a Mr. Servios y su ‘avión’. Fue lo mejor de la feria y así lo recogía la prensa.
Le cogieron el gusto los vecinos a esto de ver estos vuelos en los días de fiesta y repetirían experiencia en el año 1912. Lo pretendieron en 1913 pero parece que eso de la mala suerte con los aviones o los trenes no es algo nuevo.
Complicaciones Estaba todo preparado para que Vendrines -el piloto elegido ese año- acudiera a entretener a los almerienses mientras cruzaba el cielo. Estando ya el piloto en la capital y tras hacer incluso entrevistas en la prensa, de pronto Vendrines se cae del programa.
Hacía entonces público un comunicado la Junta de Festejos: “Hoy a las doce, al ir a realizar una prueba en el campo de aviación Mr. Vedrines con su aparato, se ha partido el «villebrequín», que es la pieza principal del motor, quedando éste por completo inutilizado, siendo la avería de tal importancia que ha de repararse en París en el taller de la casa constructora y lo menos en un mes no estará útil el monoplano. Por tanto, ante este caso de fuerza mayor, no pueden tener lugar los anunciados vuelos de Vedrines”. Pues nada, otro año mirando al cielo vacío.
En 1914 la ciudad se desquitó con la presencia del piloto Demazel siendo el atractivo de la feria y quizá por miedo a esa mala suerte que les persiguió -o porque las arcas municipales tampoco parecían muy llenas- no hubo más espectáculo de aviación durante unos años. Fue ya en 1925 cuando volvieron a intentar llevar en su programa de feria una aviación acrobática con lanzamiento de un “parachutista”. De nuevo todo estaba listo: el espacio, los vecinos, pero... Almería llevaba la negra con los aviones. El piloto no llegó. Parece que tuvo una avería.
Fueran averías o engaños o a saber qué, lo cierto es que hasta tres veces los almerienses del primer cuarto del siglo XX se quedaron mirando al cielo esperando ver a esos pájaros de metal y solamente se encontraron nubes pasar. Lo nuestro con los medios de transporte no parece muy normal.
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