Hoy es día 2 de abril. A nivel mundial se celebra el Día de Concienciación sobre el Autismo aunque a lo largo de la última semana son muchos los actos que se han desarrollado con el objetivo de dar visibilidad a un trastorno que afecta a 8.000 personas en Andalucía.
Pedaladas azules, galas, manifiestos y todo tipo de actividades y talleres se han celebrado en toda la provincia a lo largo de la semana para que aquellos que tienen Trastorno del Espectro Autista (TEA) tengan ‘un viaje feliz por la vida’, lema este año de esta conmemoración mundial.
Mucho se ha caminado a lo largo de los últimos años para conseguir la integración y atención de las personas con TEA en la sociedad como puede ser la atención temprana para los más pequeños o recursos para la adaptación educativa pero, ¿qué pasa cuando esos niños crecen? ¿Qué recursos hay para los adultos?
Lo cierto es que a partir de los 21 años, momento en el que se termina la educación reglada, supone en muchos de los casos de personas con autismo (y otro tipo de personas con capacidades diferentes) un momento de vacío, de desconcierto, ante la imposibilidad de incorporarse directamente a un mercado laboral que no termina de estar preparado para acogerles con todas las adaptaciones que necesitan ya que es, precisamente, en las habilidades sociales y a la hora de establecer relaciones interpersonales donde más problemas pueden encontrar.
A pesar de que la situación sigue siendo compleja, lo cierto es que algunos recursos hay y los técnicos que trabajan directamente en ayudarles a encontrar una salida son optimistas ante un futuro que debe fomentar la inclusión y permitir a las personas con TEA algo fundamental para cualquiera, ser independientes.
Y es que cuando terminan su etapa educativa, en muchos de los casos, las opciones pasan por un centro de empleo ocupacional o un centro de día, es eso o intentar entrar en el mercado de trabajo tradicional.
Francisco Camúñez es técnico de la asociación ‘Altea’. Reconoce que hasta hace muy poco se habían limitado a trabajar para menores ya que la mayoría de los asociados tenían esa edad, pero ahora que han crecido han comenzado a buscar fórmulas para darle respuesta ese “¿y ahora qué?” que se le plantea a sus asociados.
Empresas
Para esa respuesta considera el técnico que es necesario “que las empresas se impliquen en el proceso” ya que supone apostar por lo que se denomina ‘empleo con apoyo’ consistente en que “las empresas cuenten con un preparador laboral que acompañe durante el tiempo que necesiten, ya sea un mes o seis, a la persona con autismo que inicie su trabajo” explicándole exactamente lo que se espera de él y lo que tiene que hacer. Para ello reclaman que la administración apueste por dotar de ayudas a esas empresas que decidan dar el paso y es que “si las empresas no abren sus puertas, es muy difícil llegar”.
Defiende el avance en algunos espacios como la plaza convocada para personas con autismo que ha sacado a concurso público el Parlamento Andaluz o el trabajo que realizan con Inserta Empleo de la ONCE.
Más allá del empleo, Altea trabaja en la búsqueda de una mayor independencia de las personas con autismo. Así, plantean la necesidad de la puesta en marcha de pisos tutelados con apoyo institucional, además de trabajar sobre un incremento de las habilidades sociales. Para ello, desarrollan un programa de actividades de ocio en el que pueden acudir al cine, de compras, a museos, a la playa... pero todo con el objetivo de que sean ellos los que gestionen dichas salidas.
Además, han puesto en marcha un club deportivo de adolescentes y adultos que ha conseguido no solo que hagan deporte sino que creen comunidad, que se escuchen, que salgan juntos, que hagan una vida social e independiente.
El asistente personal
Desde la asociación Asprodesa trabajan no solo con personas con TEA sino con un amplio espectro de discapacidades. Juan Pedro García, técnico de la asociación, reconoce que son pocas las empresas que adaptan sus puestos a las personas con otras capacidades.
Cuando llega el momento de decidir qué hacer tras la educación reglada, ellos apuestan por intentar escuchar lo que quieren hacer esas personas y no solo sus familias, y es que, inevitablemente, muchas veces los miedos de los más cercanos no colaboran al crecimiento de su independencia.
Pone sobre la mesa García la figura del asistente personal, esa persona que realiza o ayuda a realizar las tareas de la vida diaria a otra persona que por su situación, bien sea por una diversidad funcional o por otros motivos, no puede realizarlas por sí misma. Esta figura les ayudará a aumentar su independencia, a decidir por ellos mismos y entonces será el momento en el que, si deciden trabajar, comenzar el proceso de búsqueda.
A pesar de las dificultades, reconoce que ellos trabajan con proyectos de la Fundación ONCE o con la Fundación Konecta de la Fundación Mapfre con los que tienen becas que les inician en tener un horario, una relación laboral y en un entorno protegido. Una vez adquirido, se facilita su acceso a un empleo en una empresa.
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