Es uno de los grandes dibujantes de este país y este fin de semana ha visitado por primera vez Almería, donde el viernes clausuró la primera Feria del Libro de la Universidad. A través de sus viñetas, Andrés Rábago (Madrid, 1947), El Roto, indaga en el sustrato del que nace la realidad.
OPS, El Roto, Rábago. Bajo estos pseudónimos coexisten su pasado y presente como dibujante satírico y su faceta de pintor. ¿Guarda el periodismo gráfico y la pintura en compartimentos estanco dentro de su cabeza o se produce algún tipo de intercambio entre ellos?
Son lenguajes distintos, pero tienen en común el territorio de la plástica que, en los dos casos, pretende ser de calidad. Es decir, están unidos por el aspecto formal. Luego en el contenido son, obviamente, distintos. Mientras que uno trata de una realidad más inmediata, aparentemente más superficial, el otro trata de territorios más íntimos, no sé si más elevados o profundos, pero en cualquier caso territorios que tienen que ver con el alma, con el espíritu. El Roto trata el día a día, esa lucha diaria por la supervivencia, por comprender lo que pasa.
A lo largo de cuatro décadas ha trabajado en publicaciones como ‘Hermano Lobo’, ‘La Codorniz’, ‘Diario 16’ o ‘El País’, ¿tiene la sensación de haber contado la historia de este país a través de sus viñetas?
Mirando hacia atrás, he tenido la fortuna de estar implicado en la evolución de la opinión pública durante mucho tiempo y esa continuidad significa que he podido ver la transformación social y política de este país y reflejarla en mi trabajo en los periódicos. Yo creo que se podría hacer una crónica de la historia, de una parte al menos de la historia cotidiana de España, a través de mis viñetas. Curiosamente, cuando miras hacia atrás, te das cuenta de que tampoco ha cambiado tanto. En los últimos diez años han cambiado más las cosas que en los treinta anteriores. Hay un proceso de aceleración en los últimos tiempos. Aunque es verdad que yo no me he ocupado de los aspectos más externos: de los cambios en el Gobierno, ni siquiera cuando el socialismo dio paso a los partidos más de derechas. Eso es lo que menos se podría ver. Se podría ver más el cambio en la forma de pensar o en las preocupaciones de la sociedad en general.
¿Ha sufrido la censura en algún momento de su vida profesional?
Puedo decir que no, siempre he sido libre de expresarme en los medios en los que he estado y siempre he mantenido esa libertad, naturalmente teniendo en cuenta que estás en un medio público y la manera de expresarte es educada. No he trabajado en la contracultura, ni en los medios más alternativos. Siempre he estado en los medios más convencionales.
¿Cómo se enfrenta uno a dibujar tras el atentado a ‘Charlie Hebdo’?
Lo mismo que cualquier otro día. Tú sigues tu trabajo sin pensar que eso va a modificar tu manera de trabajar. Sobre todo teniendo en cuenta que yo insisto en que el atentado a ‘Charlie Hebdo’ no tiene que ver con la sátira en sí, tiene que ver con el intento de llamar la atención de unos criminales que quieren amedrentar a la población occidental y hacerse más visibles y eligen ‘Charlie Hebdo’ como podían haber elegido un aeropuerto o el metro.
¿La irrupción de las nuevas tecnologías ha afectado a su forma de trabajar?
No, soy muy convencional en ese aspecto y me mantengo en los lenguajes clásicos de cartulina, papel, tinta y acuarela. Sigo creyendo en su vigencia y en su capacidad para atravesar el tiempo mejor que las nuevas tecnologías, que implican un cambio excesivamente rápido que deja obsoleto lo que hace cinco años parecía la punta de lanza.
En la difusión de su trabajo sí han influido.
En la difusión sí. Mi trabajo llega con más facilidad y luego, además, los propios lectores se lo transmiten entre ellos y llega a gente que a lo mejor no habría conocido ese trabajo porque no leen el periódico o porque viven en lugares alejados de donde pueden comprarlo. Yo sigo creyendo que la prensa en papel es muy importante. Sin embargo, la forma digital ha permitido que llegue a lugares donde antes no llegaba.
Ha logrado conectar con el público joven al reflejar fenómenos sociales como el 15M. ¿El humor gráfico tiene ventaja a la hora de hacerlo sobre los artículos?
Mi trabajo aparece en la prensa escrita, aunque es verdad que luego puede ser transmitido por otros medios. En cuanto a la posibilidad de reflejar el pensamiento más joven, eso es así porque yo soy un mero transmisor, las ideas que yo reflejo no son estrictamente mías. A lo mejor por haber trabajo en ello durante mucho tiempo, soy capaz de concentrar ideas que están ahí en el ambiente y reflejarlas en el papel. Soy muy sensible a lo que está en el ambiente y un canalizador de la opinión, un partero de esas ideas que están ahí, pero que a lo mejor no han salido a la luz, o no han crecido lo suficiente. Lo que haces es ayudar a que esas ideas se hagan visibles o se incorporen al pensamiento social.
¿Qué ingredientes ha de reunir un hecho o pensamiento para que El Roto lo refleje en sus viñetas?
Yo normalmente no trato cosas que acaban de ocurrir. Mi trabajo es sobre ideas, sobre el sustrato del que nace la realidad. Ahí está el núcleo esencial. Intento indagar en por qué se ha producido un hecho, no en el hecho en sí.
Trump llega, Leonard Cohen se va. Si la victoria de uno y la muerte de otro hubiesen coincidido el mismo día, ¿qué viñeta habría hecho?
No habría hecho ninguna viñeta sobre esos temas. He hecho alguna sobre Donald Trump porque son hechos que van a tener una gran importancia. Y sobre Leonard Cohen, su obra permanece ahí y no creo que haya muerto realmente. Es un personaje que estará mucho más tiempo con nosotros que Trump.
Ha dicho que sus viñetas intentan arrojar luz sobre lo que pasa. ¿Se puede luchar a través de ellas contra la banalización y la polarización de la sociedad?
El aumento de la consciencia es de lo que se trata, también con el convencimiento de que la realidad no nos viene dada, la estamos creando continuamente. Al ser más conscientes de lo que nos pasa y de nuestras pulsiones interiores, respondemos de una manera más armoniosa a las cosas y podemos crear un mundo más armónico. La inconsciencia es lo más peligroso porque el poder, aunque aparente ser inconsciente, siempre tiene unos designios y una forma de comportarse. Mientras que nuestra respuesta suele ser un poco anárquica. Buscar esa coherencia nos puede permitir ser más libres, crear una sociedad más justa.
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