Hace unos días se celebraba el Día Internacional de la Biodiversidad; hoy se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente. Momento para repensar el camino que ha emprendido la provincia y para recordar que la biodiversidad, ese tesoro intangible pero cierto, está en franco retroceso.
Una tarea que emprendió hace más de una década el Grupo Ecologista Mediterráneo que realiza un esfuerzo por divulgar la riqueza vegetal y que al mismo tiempo alerta de que esa biodiversidad se reduce a pasos agigantados “y con ella desaparece una enorme fuente de información sobre genética, usos y manejos de cultivos, aplicaciones de los grutos y de miles de posibilidades de adaptación frente a cambios ambientales futuros”.
El responsable del Proyecto de Biodiversidad Domesticada del GEM, Antonio Rubio Casanova, lleva treinta años recorriendo los agrosistemas tradicionales en las comarcas de Nacimiento, Andarax, Campo de Tabernas, Campos de Níjar, Sierra de las Estancias, Alto Almanzora, Huércal-Overa y Los Vélez. Este bagaje le ha permitido comprobar los efectos que están generando las nuevas prácticas agrícolas bajo abrigo o intensivas al aire libre. La utilización abusiva de fitosanitarios, la extracción sin límites de agua a profundidades inimaginables y los desmontes de vértigo: una absoluta y completa transformación del paisaje.
Y también le ha permitido observar que a ese turismo deseado ya no le va tanto este "paisaje de la decadencia", de extremos, “porque todo está interconectado: los invernaderos que llegan hasta la orilla del mar, los envases plásticos abandonados aquí y allá, la playa rastrillada en exceso donde no poder buscar ni encontrar conchas.
La concentración humana que deja basura y aporta ruido, que vive en urbes tecnológicas rodeados de servicios, pero que exige playas ‘vírgenes’ con servicios para ducharse y hacer sus necesidades; o que las prefiere “vírgenes” pero con aparcamiento; las urbanizaciones aisladas y fantasmas en mitad del cerro, en mitad del invierno, son algunos de los efectos de la modernidad. Tetas y sopas, que dice el refrán castellano.
A la sociedad en general le apetece, cada vez más, aquello de descubrir que está en un lugar "respetado". Y a ese respeto se refieren los expertos en el tema cuando hablan de que “la importancia de un paisaje radica en que es la memoria de un pueblo”.
La participación ciudadana y una investigación social previa, necesaria para tomar decisiones de preservación del paisaje debería, también y siempre, ir acompañada de una comunicación clara y nítida de las debilidades y fortalezas del antes y el después y sobre todo del ahora de la actividad socioeconómica a eliminar, a implantar o a conservar. Si además se puede informar y formar, enseñar y educar, el proceso inclusivo será completo.
“Hacer una ordenación del territorio inteligente, respetando su vocación que es la de su gente, pero explicándoles que los usos y cambios de usos tienen sus efectos e inciden sobre el resto del entorno para hacerlo "digno o indigno" de esa identidad suya, perdida, recuperada, creada o aniquilada; en definitiva, dibujar el proceso para llegar hasta ese paisaje ‘elegido’ es la clave de todo”, explica Antonio Rubio.
En Almería, la imagen memorable del dosel de parrales que cubría ambos márgenes en la cuenca del rio Almanzora, la relación de espaciamiento y el grado de espesura perfecto de los cítricos plantados en los límites de un desierto, el Valle del Andarax; las extensiones interminables de cereales, ahora en el envero, en la comarca de los Vélez, junto con el cultivo de almendro y la dehesa en la zona conocida como la Aspilla; el mosaico de cultivos tradicionales de la comarca del rio Nacimiento; casi mil hectáreas de viñedos plantados en el Llano de Laujar; las huertas moriscas del Alto Almanzora y el interior estepario de Cabo de Gata conforman la imagen paisajística en el tiempo de un territorio agrícola diverso, más allá de la idea uniforme de la agricultura intensiva.
Tradición Poner en valor el paisaje agrícola-ganadero tradicional, sus cosechas de temporada, los productos elaborados que de ellas surgen, ese manejo ‘local 100%’, potencia la calidad de vida en los entornos no alterados. “No es un moderno tatú. Es una realizad comprobable en este momento”, señala.
“Estos agroambientes tradicionales -sostiene- han producido, además, durante generaciones y de forma noble y generosa unas cosechas de valores, las que nos han alimentado en distintos órdenes. Fomentar la transferencia del conocimiento de estos agricultores y ganaderos es un objetivo alcanzable y necesario, y así se va a desarrollar en el próximo Homenaje a los Parraleros 2017”.
La mal entendida modernización de los sistemas y espacios agroalimentarios locales canalizando las aguas de los antiquísimos y perfectos sistemas de riego diseñados por las culturas anteriores como romanos y árabes, con tubos de fibrocemento y plásticos; han sido los causantes del deterioro de la biodiversidad vegetal y animal asociada. Miles de plantas adaptadas a esos entornos tales como acequias madres, acerbones, balsas y sus distintos ramales, han desaparecido junto con todas las variedades de frutales plantadas a lo largo de los cauces vivos y junto a la comunidad de insectos y aves.
#Los mercados actuales y su filosofía de ventas, nos han inducido a consumir cualquier producto fuera de temporada y con el marchamo de mejorado genéticamente. Ese concepto añadido que parece querer ostentar el puesto número uno en una contienda inventada contra “lo no forzado en polígonos industriales agrícolas”, suena a juego de niños, pero no lo es”.
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