¿Y después de la muerte?

En sus últimas horas, Strauss dijo: `Morir es tal como lo he compuesto en `Muerte y Transfiguración`

Alejandro Aparicio
17:12 • 22 ene. 2018

¿Qué hacemos aquí? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué nos depara la muerte? Todas ellas son preguntas inherentes a nuestra condición humana y motor para muchos artistas. Sin duda, algo así debía ocupar la cabeza del compositor cuando escribió la obra de la que voy a hablaros.




El número de hace dos semanas era mucho más liviano, incluso me permití hablar de algo tan terrenal como el Concierto de Año Nuevo. Pero hay algo en común entre la preciosa Música que tratamos en aquel artículo y la que hoy nos ocupa. A pesar de que las escuchas son totalmente diferentes, ambas son Poemas Sinfónicos ¿Y qué es esto? Pues es la conjunción de dos grandes Artes, la literatura (en forma de poesía) y, como no, la Música. En este tipo de composiciones podemos decir que se pone banda sonora a un poema, aunque en el caso de Muerte y Transfiguración, la pieza de hoy, es distinto.




Cuando Richard Strauss compuso esta obra no se basó en ningún escrito previo, aunque sí tenía una idea literaria clara en la que basar su composición. Y una vez que hizo la Música, le pidió a su amigo y escritor Alexander Ritter que escribiera un poema para la pieza, basado en la historia que él mismo concibió. En el día del estreno todos los asistentes al concierto pudieron leer aquel pequeño texto de Ritter.




Os cuento cómo yo he vivido esta escucha, guiado en todo momento por esa trama que Strauss usó como base para componer esta obra. Toda la historia e imágenes que relato son las que el mismo compositor tenía en mente. Yo sólo las alternaré con algunos apuntes personales:




Hoy más que nunca me aíslo del todo para escuchar. Me pongo los cascos, busco un sitio cómodo y me aseguro que nada ni nadie va a interrumpirme, porque lo que voy a presenciar es algo tan grande y personal que necesito prepararme para un viaje intenso. Me miraré dentro mientras veo también cómo un hombre yace en sus últimos momentos de vida. Desde el principio de la Música ya puedo ver la imagen, y puedo vivirla...porque escucho sus latidos, latidos con un ritmo quebrado. El ritmo de un corazón a punto de apagarse. A pesar de esto, el hombre, posiblemente un artista, aún tiene fuerzas para recapitular las grandes historias de su vida, porque supongo que todos lo haremos antes de marcharnos. Y ve su infancia, su juventud, revive el amor, y cómo no, la razón de ser, la búsqueda de su Ideal.




Con el moribundo, con Strauss y con su música yo también peleo contra el dolor que el hombre sufre, pero no es más que la señal clara de que son sus últimos momentos. Finalmente, exhausto después de toda una vida de búsqueda y cansado de luchar con la muerte, el protagonista se deja llevar y los golpes del tam tam apagan su cuerpo. Podría ser algo triste, pues se han escuchado sus últimos latidos. Pero de la muerte resurge tímidamente aquel Ideal, que ya de una manera transfigurada en un ser sin cuerpo, va creciendo poco a poco. Se eleva, la música nos lo dice y yo me dejo elevar, este Ideal va creciendo hasta alcanzar, casi al final de la pieza, toda su grandeza: GRANDEZA, la de haber alcanzado aquello que tanto anheló en vida. Acabo de presenciar la inmensidad del final de la historia de un hombre, acabo de ver cómo aquel artista pasa a ser parte de un todo, acabo de escuchar cómo lo que al principio era una persona apunto de morir, ahora llega a fundirse, en palabras del mismo compositor, en “el cosmos eterno”.




Con 25 años, Strauss compuso esta gran pieza. Y ya después de una larga vida, cuando él se encontraba en sus últimas horas, al igual que el protagonista de su poema, dijo: “Morir es tal como lo he compuesto en Muerte y Transfiguración”. Hoy, 128 años después de que escribiera esta maravilla, yo (y supongo y espero que muchos de los que escuchéis esta Música), habréis vivido de algún modo este periplo que tan sólo nos ha ocupado veintipico minutos de tiempo, veintipico minutos de Arte. 




Cansado pero muy feliz por este pequeño gran viaje, guiado en este caso por la Filarmónica de Viena y un mediático Gustavo Dudamel (el director), os recuerdo que podéis encontrar, como siempre, el vídeo en las redes sociales bajo el hashtag #EscuchandoMúsicaInmortal y también en la sección blog de mi web. Hasta la próxima escucha.


(Foto: ‘El árbol de la Vida’, por Marta Máñez)


Alejandro Aparicio es guitarrista almeriense. Músico fuera de los cánones habituales de la música clásica, destaca por su cercanía con el público en el escenario y su sensibilidad. 
 



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