Julio Alfredo Egea, el poeta de 92 años que nunca dejó de mirar a su alrededor con ojos de niño, el decano de las letras almerienses y andaluzas que tanto vio y que, pese a ello, no perdió jamás la capacidad de asombrarse, falleció ayer domingo en Granada tras una vida larga y plena.
El escritor que no tenía biografía, solo poemas -como le gustaba decir en alusión a una frase de Octavio Paz- nació en Chirivel un 4 de agosto de 1926. Y en la iglesia de Chirivel, al calor de su gente y cerca de esa Sabina milenaria bajo cuya sombra fue siempre feliz, se le dará el último adiós hoy lunes 24 de septiembre a las 12 horas.
Con la desaparición de Egea la cultura almeriense se queda huérfana. Pese a que estaba retirado por cuestiones de edad, el autor de ‘Arqueología del trino’ y ‘El vuelo y las estancias’ seguía siendo fuente de inspiración para escritores y artistas. Fuente de inspiración y motor de cambio, ya que su ilusión por la creación y por su tierra, unida a una sencillez y bondad fuera de lo común, movilizó a ciertos sectores de la sociedad que, a principios de año, coincidiendo con el Día Mundial de la Poesía, crearon un círculo de amigos en torno a la figura del autor almeriense con el compromiso de difundir su obra y de reivindicar su legado. “Es una forma de respeto, valoración y consideración hacia el poeta”, decían.
Las reivindicaciones del Círculo Julio Alfredo Egea recogían los anhelos del poeta, quien, tal y como publicó LA VOZ en marzo, afrontaba la etapa final de su vida con la ilusión de ver rehabilitada la plaza que lleva su nombre, la del Instituto de Estudios Almerienses (IEA), en el casco histórico de Almería. En este momento, siguen los trabajos de remodelación de la misma.
Sin embargo, voces autorizadas del mundo cultural iban más allá al reclamar el homenaje definitivo de una tierra que el decano de los poetas andaluces elevó a la universalidad a través de sus versos.
Medalla de Oro de la Provincia y Escudo de Honor del Instituto de Estudios Almerienses (IEA), Egea recibido el Premio Los Vélez de Cultura que concede LA VOZ en 2015.
El IEA reunió su Poesía y su Prosa Completa en cinco volúmenes imprescindibles para entender la magnitud de su figura. Una magnitud cimentada en la palabra justa.
El año pasado, el centro de estudios locales publicó ‘Julio Alfredo Egea, poeta. Un libro fotográfico de Rodrigo Valero’ con textos de 44 autores. Y Letra Impar lanzó ‘Semblanza de Julio Alfredo Egea’ de Francisco Gil Craviotto, homenaje de sus amigos granadinos. Para muchos, por el contrario, aún estaba por llegar ese gran reconocimiento desde el ámbito andaluz que ya, por desgracia, no disfrutará en vida.
Inicios
Egea sintió sus primeros “balbuceos líricos” en el campo de Los Vélez. Al llegar a Granada para estudiar en los Escolapios, empezó a reunirse con un grupo de muchachos que acabó publicando ‘Sendas’, revista que tuvo el atrevimiento de dedicar un monográfico a Federico García Lorca. Fue el primer homenaje escrito al poeta asesinado.
Estudió Derecho. Cuando ya se sentía parte de una generación perdida, un viaje fugaz a Madrid le brindó la oportunidad de leer unos versos de su inminente primer libro, ‘Ancla enamorada’. Los siguientes verían la luz en colecciones de amigos como Rafael Guillén y a través de premios.
Integrado en la Generación del 50, con Julio se va la mirada inocente y el gusto por las cosas sencillas. Su recuerdo seguirá inspirando versos y cambios.
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