Un canto a la adolescencia y la historia de una familia tan erudita como llena de rarezas. ‘Cómo comportarse en la multitud’ se mueve entre esas dos coordenadas. Se trata de la tercera novela de Camille Bordas (Lyon, 1987), obra que ha cosechado una cálida acogida en Francia y Estados Unidos. Este jueves 20 de diciembre, a las 19 horas, se presenta en la Librería Zebras (Plaza Balneario San Miguel) de Almería, ciudad donde se hunden las raíces de la joven escritora.
En ‘Cómo comportarse en la multitud’, asistimos al despertar a la adolescencia de Isidore, que parece no encontrar su sitio en el mundo. ¿Es la adolescencia un periodo especialmente atractivo para transitar a través de la literatura?
¡La verdad es que no lo sé! Lo que puedo decir es que a veces me parece, cuando recuerdo mi adolescencia, que era yo una chica muy tímida y callada. Creo que dije cuarenta palabras en ocho años.
Sin embargo tenía muchas inquietudes sobre la vida, la muerte, el amor, el trabajo y todas esas cosas, pero pensaba que debían de ser interrogaciones estúpidas y entonces me las callaba. Y ahora que soy adulta me doy cuenta de que en el fondo no eran tan tontas, de que incluso tal vez era más inteligente cuando era joven, que tal vez mis inquietudes eran más profundas y menos triviales que las de hoy. Y es un aspecto que ha debido de interesarme ya que he escrito la historia de un niño que se plantea cosas muy trascendentes, pero prefiere hallar las respuestas llevando a cabo sus propias experiencias en vez de preguntarle directamente a un adulto.
También pienso que los adolescentes tienen mala prensa, por sus repentinos cambios de humor, propios de la edad, etc., pero es una edad que me resulta muy conmovedora. Experimentan por primera vez muchas cosas, hermosas o dolorosas, y se lo toman todo muy a pecho. Su corta experiencia de la vida hace que los detalles más pequeños cobren una importancia extraordinaria. En la edad adulta todo se atenúa un poco.
Isidore está rodeado de hermanos con inquietudes intelectuales. En contraposición, él parece no tener una gran vocación hasta que un hecho traumático reconfigura su papel en casa y demuestra que su función es más importante de lo que creía. ¿Son finalmente esas inquietudes menos sólidas y, sin embargo, lo que aporta el protagonista un elemento de equilibrio pese a ser el menor?
Bueno, ¡puede ser una forma de interpretar su personaje! Pero en realidad, cuando escribo no me preocupo mucho por la evolución de mis personajes. Nunca pienso que determinado suceso va a tener tal o cual consecuencia que luego llevará a otra etapa. Dejo que mis personajes actúen sin realmente interpretar su comportamiento, dejo que sea el lector quien decida.
Lo que sí es cierto es que cada uno de mis personajes tiene una voz particular y algunas obsesiones o rasgos de carácter que le son propios, y son estas peculiaridades las que terminan siendo el motor de la acción. Y yo quería que Isidore fuera alguien verdaderamente majo, alguien que nunca juzga a los demás, aunque le dan muchas ocasiones para eso. También quería que, aun a pesar suyo, fuera aprendiendo a ser menos bueno a lo largo del libro.
La obra gira en torno a un eje: la gran familia Mazal. Usted procede de una familia extensa y con inquietudes, ¿se ha inspirado en algún aspecto en situaciones que haya vivido en su propia casa?
Algunos detalles sí pueden proceder de vivencias personales, pero mi familia es muy diferente de la familia Mazal. Mis hermanos no son universitarios y afortunadamente existe mejor comunicación entre nosotros.
La parte más autobiográfica de mi libro es que Isidore es el menor (como yo) y que yo experimenté ese lugar en la familia de forma idéntica a la suya: no me sentía tan estupenda como mis hermanos mayores. Yo pensaba que eran más inteligentes, más guapos, que ellos lo sabían todo y que yo no sabía nada. Eso es lo que comparto con el protagonista principal.
¿Cómo ha vivido todo el revuelo mediático en torno a ‘Cómo comportarse en la multitud’?
¡Desde lejos! Así que casi no me entero de nada.Vivo en una pequeña ciudad de Estados Unidos en la que ni siquiera hay una librería. He estado una semana en París para la promoción y he visto que el libro está funcionando bastante bien, ha recibido algunos premios y tenido muy buenas reseñas. Pero, con la de excepción de Michel Houellebecq, un escritor pasa desapercibido, o sea que fundamentalmente nada ha cambiado para mi, ¡y lo celebro!
Las cifras de ventas en Francia, su país de origen, hablan por sí solas. ¿Cuál cree que ha sido la clave para que funcione tan bien? ¿le generan vértigo de cara a futuros proyectos?
La verdad es que no sé porque a la gente le ha gustado tanto el libro. Lo cierto es que todo gira en torno al personaje de Isidore. Ha cristalizado muchísimo cariño. El otro día me dijo un lector que cualquiera que leyera las reflexiones de Isidore podía recobrar una parte de su infancia. También creo que es un libro que habla muy sencillamente de situaciones dolorosas. Un libro que no pretende dar respuesta a todas las preguntas, que no concluye con un mensaje específico y rotundo. Solo es la historia de un niño.
Por supuesto estoy muy contenta de que el libro tenga éxito, pero, como soy una persona muy inquieta, pienso que cuantos más lectores tenga pues más personas serán, matemáticamente, las que detesten mi trabajo. Siempre recelo de los éxitos extraordinarios (¡pero tal no es mi caso!, tengo un exitillo agradable sin más). Recelo del libro que TODO EL MUNDO ha leído. Para mí los libros son como objetos preciosos, no solo productos manufacturados destinados al puro «entretenimiento». Nunca existirá un libro que le guste a todo el mundo. Lo que yo quisiera es que mi libro encuentre las personas a quienes gustará. Esa es la verdadera magia y es un proceso misterioso.
¿A qué dificultades se enfrentó a la hora de escribir su primera novela en inglés, que no es su lengua materna?
Bueno, en realidad no fueron tantas. Es exactamente el mismo proceso en los dos idiomas: en ambos casos, mi método es muy exploratorio: intento algo, no me funciona, doy marcha atrás, coloco a mis personajes en situaciones diferentes para ver si surge algo interesante, hasta que la historia funcione.
La única dificultad. a la hora de escribir en inglés, es que no tengo acceso a todos los registros linguísticos como sucede cuando escribo en francés. Pero de cierta manera, esta imposibilidad para acceder a otros registros me ayudó bastante a la hora de escribir Isidore. Mi inglés era un inglés sencillo, el inglés de la vida cotidiana, lo que me permitió llegar más rápido a lo esencial de las escenas y del personaje de Isidore.
Tiene ascendencia almeriense, pero ¿qué relación le une realmente a Almería?
De pequeña venía cada verano con toda mi familia. Mi abuelo vivía en el Zapillo parte del año. Ahora, una de mis hermanas vive en Almería (y más precisamente en frente de la casa de mi abuelo!) ¡Acaba de dar a luz a la primera auténtica «almeriense» de la familia en dos generaciones! Así que pienso que voy a venir cada vez más.
Además, es un poco como si mi abuelo nos hubiera «heredado» sus amigos, y por lo tanto los hijos de sus amigos. Es lo que ha sucedido con Miguel Naveros, fallecido hace poco más de un año, al que consideraba como si formara parte de mi familia. Es la primera vez que vuelvo a Almería después de su muerte y lo echo mucho de menos.
¿Qué recuerdos tiene de esta tierra y qué le sugiere?
Cuando era pequeña padecía tremendas alergias al sol, por lo cual recuerdo los veranos en Almería como períodos en que me pasaba los días rascándome. Pero ya un poco más mayor se me pasó esa alergia y empecé a apreciar la belleza totalmente única de toda la zona del Parque. Me gusta el ritmo de los días, el arte de vivir. En Estados Unidos me doy cuenta de que lo que más echo de menos es ese arte de vivir, más todavía que el de París, donde crecí (aunque también lo echo de menos). Los paseos por la playa cuando se pone el sol, las cenas improvisadas a las doce de la noche, los vecinos que tocan a la puerta a cualquier hora para compartir alguna noticia del barrio…
¿Qué significado ha tenido para usted la historia de su abuelo, José Córdoba Caparrós, histórico comunista que sufrió la represión franquista y treinta años de exilio en Francia?
Un significado enorme que habría sido aún mayor de no ser yo tan joven cuando él murió. Efectivamente sólo tenía 11 años, demasiado joven para realmente entender lo que le había sucedido, hasta qué punto su vida había sido una epopeya, con dramas tan grandes. Yo sólo veía el aspecto novelesco, su evasión de las cárceles franquistas, la inmensidad del personaje (su generosidad, su sentido del humor).
Cuando fui un poco mayor empecé a apenas vislumbrar lo que realmente significa una vida en el exilio. Para él y también para mi madre y sus hermanos, que han nacido en Francia pero que durante toda la infancia y adolescencia oyeron hablar de España como de su otro país, pero un país que no podían conocer. Los sacrificios que esa vida conllevó. Yo soy expatriada voluntaria y aun así no pasa un día sin que eche de menos mi país. Así que no puedo imaginar cuánto debió de echar en falta España.
Dicho esto, también era una persona extremadamente positiva, y encontró su lugar en Francia. No vivía con la mirada puesta en el pasado, en absoluto. Nunca lo he visto con gesto grave, ni siquiera cuando hablaba de la guerra. Hoy me gustaría poder hacerle muchas preguntas, o simplemente dejar que él me contara sus historias. Entonces sí podría empezar a entender el personaje. Lo que sí puedo decir es que era un modelo para mí. Es la primera persona a la que he visto escribir por placer. Siempre tenía una libreta en la que escribía sobre la mesa del salón. A veces yo le preguntaba que qué estaba escribiendo y él me contestaba que aún no lo sabía. En la época me parecía un poco raro, pero ahora es casi siempre mi respuesta cuando me preguntan en qué estoy trabajando. Nunca lo sé realmente, hasta que he terminado.
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