Natural de Padules, Juan José Ferre responde al nombre artístico (a.k.a.) de Padoo. Entiende el breaking como un estilo de vida, pero también como un regalo que se ha hecho a sí mismo y que espera conservar siempre. Con 34 años, este arquitecto por vocación, reconoce que, al igual que su profesión, le apasiona el b-boying o breaking (baile artístico conocido por el término comercial de break dance). Influenciado por corrientes norteamericanas, la constancia, la creatividad y la disciplina han sido claves en su trayectoria como bailarín carismático y espontáneo.
Nos remontamos a sus inicios como B-Boy. ¿Cuándo y cómo se adentró en el breaking?
Jugaba al fútbol como los chavales de mi edad, pero me atraía este tipo de música y en 2002 di con un grupo de jóvenes que bailaba en el mirador de la Rambla, ‘Ready for Movidas’ (R4M). Era una especie de escaparate para el todo el que pasaba. Fui un día y ya han pasado 17 años.
¿Cuál fue su primer gran aprendizaje?
Me marcó la visita de Christian (Toro), de Holanda. Me enseñó la complejidad. Nosotros hacíamos A, B, C y D y vimos infinitas posibilidades. Otra persona que me inspiró fue Banksy. Tenía más de 40 años y comprendí que el breaking era una carrera de largo recorrido. Yo me planteé que quería ser así.
¿Qué implica ser un B-boy?
Para mí son dos aspectos muy claros: generar Hip Hop, o bien apoyar la cultura. Tiene que ser una persona que conozca sus raíces, que haya estudiado la música, que sepa de dónde viene el baile y hacia dónde va. Cuando hablamos de baile, hablamos de arte. En lo que respecta a cualidades personales, es imprescindible la constancia, la pasión, la creatividad y la disciplina.
¿Qué papel tiene en su vida?
Soy arquitecto por vocación, pero el baile es una parte imprescindible. Para mí y para cualquiera que lo viva con la misma pasión es una herramienta para sanear el alma. Un momento de terapia, de deporte y de relacionarse socialmente.
¿Quién ha inspirado a Padoo?
Muchísimos vídeos de principios de los 90. Internet no era lo que hoy es y campeonatos muy conocidos, como pueden ser ‘Lords of the Floor’ o ‘Freestyle Session’, no llegaron aquí hasta principios del 2000. Recuerdo que acudíamos a los VHS que eran como tesoros. En cuanto a grupos, puedo citar a ‘Skill Methodz’, ‘Style Elements’ y ‘Boogie Brats’, entre muchos otros.
¿Cuáles son sus objetivos después de 17 años?
Son metas a medio-largo plazo como viajar, compartir escenario con quien me ha influenciado o llegar a un buen puesto en una competición que me entusiasme mucho. En realidad, lo que busco es devolverles a aquellos que nos inspiraron ese respeto, e inspirar a los que vienen.
¿Qué le ha aportado viajar a países de Europa, Estados Unidos y Japón?
He aprendido que el baile es más que un lenguaje, una lengua aparte. El inglés es fundamental, pero hay una manera de comunicarse que no tiene que ver con los idiomas. Por el hecho de compartir la pasión por este baile ya hay gente que te abre las puertas y te ayuda sin condiciones.
¿Cómo fue la primera salida al extranjero?
Nos vimos confiados y teníamos hambre de competición y participamos en el 33 aniversario de la ‘Rock Steady Crew’ en 2007. Fuimos a la Meca del baile en Nueva York y lo entendimos como algo mucho más profundo, un folclore.
En breaking, ¿el estilo se nace o se hace?
Una mezcla de los dos. No creo que haya que estar diseñado genéticamente, pero tienes que tener cierta coordinación. Teniendo un 10% de don, el otro 90% lo puedes conseguir si te apasiona y lo trabajas. Como este baile tiene tantos caminos y tantas posibilidades, cada uno puede encontrar el suyo. Lo único que se espera es que cada uno deje su impronta, su creatividad, su personalidad.
¿Qué ofrece el breaking frente a las otras disciplinas de baile?
Sin que haya libertinaje, porque no todo vale, hay mucha libertad. Forma parte de una cultura que lo respalda, no es un arte individual. La gente lo compara con el flamenco. Históricamente ha pertenecido a un gueto y se vive con pasión.
¿Cómo está ahora la situación en España?
Mejor que nunca. Los bailarines se han abierto más al mundo. Antes viajaban tres o cuatro, pero para crecer, tienes que experimentarlo en tus carnes. La escena ya empieza a tener una cierta madurez.
¿Cómo surgió la idea de organizar la batalla ‘Duelo en el desierto’, que ahora forma parte del Hip Hop Street de Vícar?
Roberto (Tarod), Álex y Krishna, de R4M, empezaron esto de la nada. Íbamos a eventos que no nos terminaban de convencer y vieron que se podía mejorar. En 2004 la primera edición se celebró en Almería y luego ya pasó a Vícar, donde se ha mantenido gracias al Ayuntamiento, que ha confiado en nosotros desde el primer día y sigue innovando.
¿Cumplió este evento las expectativas?
Se marcó un antes y un después. Yo no formaba parte de la organización en la primera edición, pero fue un boom a nivel nacional. En un sitio donde estábamos cuatro gatos, vino toda la escena del baile y ahí nos dimos cuenta de que estaba naciendo algo muy grande. Y con el paso de los años la participación no decae.
A lo largo de su carrera, ¿recuerda algún logro que le emocione en concreto?
Las victorias se recuerdan muy dulces. Y luego hay derrotas que saben a victorias: segundos puestos en Alemania o Suiza, incluso llegar a la semifinal en nuestro primer viaje a Nueva York en 2007. También ganamos un ‘Duelo en el desierto’ en 2013.
¿Qué trata de transmitir al público cuando baila?
Simplemente espontaneidad y carisma. Intento materializar con el baile la energía que siento con la música.
¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las personas que siguen sus pasos?
Es una herramienta gratuita, no necesitamos nada más que nuestras ganas. Es nuestro cuerpo con nuestras emociones. Si entiendes eso, sabes que tienes un amigo para toda la vida. Es un psicoterapeuta: si tienes un problema, bailas; si estás feliz, bailas el doble. Es una herramienta que te acompaña siempre y es un regalo que te haces a ti mismo.
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