Fue uno de los pocos elegidos por el emperador Carlos I entre los hijos de la alta nobleza para que se educara al lado del entonces príncipe Felipe con el fin de estimularle en sus estudios y que estableciera lazos con los hombres que posteriormente habrían de servirle. Este hecho en el futuro brindó a Pedro Fajardo Fernández de Córdova, tercer marqués de Los Vélez,una cercanía con el rey Felipe II que lo convirtió en testigo privilegiado de cuanto ocurrió en los extensos dominios que llegó a reunir la Corona española.
En ‘El manuscrito de Vélez Blanco’, el escritor Emilio Martínez Lentisco (Vélez Rubio, 1945) narra a modo de autobiografía la vida del marqués de Los Vélez, a su juicio, “posiblemente la persona que mayor cuota de poder haya alcanzado a nivel nacional en el ejercicio de su función pública de entre los prohombres de la provincia y la que mayor influencia consiguió tener sobre Felipe II, una vez fallecido don Ruy Gómez de Silva, el conocido príncipe de Eboli”.
Según relata en esta novela histórica que ya se ha presentado en Almería y Los Vélez, Pedro Fajardo tuvo una vida bastante plácida, lógicamente con sus altibajos, dentro de las inseguridades de una corte tan propensa a las intrigas y maquinaciones palaciegas como fue la de Felipe II.
El arte
De una vasta cultura, Felipe II se rodeó desde joven por una legión de pintores y mandó construir el Monasterio de El Escorial, el ejemplo más fidedigno de la cultura de su época. Y el arte fue precisamente el tema que más unió al rey y al marqués, pues don Pedro era un “humanista sumamente ilustrado que a lo largo de su vida reunió una extraordinaria biblioteca, la mayor parte de la cual fue a parar, a su muerte, a la biblioteca de El Escorial por expresa orden de Felipe II”, indica a LA VOZ el autor.
Entonces, ¿por qué dejo contar con su favor? “Tras el asesinato en Madrid de Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, a la sazón gobernador general de los Países Bajos, parte del pueblo y los insidiosos de la corte implicaban al rey y a su entorno, especialmente al secretario del rey, Antonio Pérez, y al marqués de Los Vélez, como instigadores de dicho asesinato. Estas sospechas exasperaban al rey, muy receloso de la conducta de su hermanastro don Juan de Austria, y ante el cariz que tomaban los acontecimientos, decidió distanciarse de ese entorno y destruir toda la documentación relativa a dicho suceso”, explica Martínez Lentisco.
El manuscrito
El manuscrito al que alude el título de la obra se refiere a la autobiografía que escribió el tercer marqués de los Vélez “en su doble vertiente personal-afectiva y pública-cortesana, una vez abandonada la corte y refugiado secretamente en su fortaleza-palacio de Vélez el Blanco”. “En él hace un exhaustivo análisis de su vida, pública y privada, y da justificación a muchos de sus actos”, señala.
Amor, traición e intriga se entremezclan en la trama aunque predominan los asuntos del corazón porque el marqués tuvo “una vida afectiva muy prolífera y con suertes dispares”. “Tuvo amores plácidos y sosegados en los que, en mayor o menor medida, consiguió alcanzar algo de felicidad, y pasiones tormentosas que se le desataron en el corazón sin que él pudiera ejercer un control efectivo sobre ellas”, apunta.
La obra, que es el primer libro como tal que publica Emilio Martínez Lentisco, nace de su fascinación por el tercer marqués de Los Vélez. Personaje que descubrió a raíz de unos ejemplares de ‘Revista Velezana’ encontrados en el contexto de un viaje para que sus hijos conocieran el pueblo de su padre.
El estado del Marquesado
El Marquesado de Los Vélez, en la época de Pedro Fajardo Fernández de Córdova, vivía una época de esplendor gracias a que este había dinamizado la industria de las minas de Alumbres de Almazarrón y Cartagena, impulsado la industria de la seda en la comarca (iniciada por su abuelo Pedro Fajardo Chacón, primer marqués de Los Vélez), y en general recuperado la economía del señorío.
Según Emilio Martínez Lentisco, “el Castillo-Palacio presentaba un aspecto inmejorable como sede principal de la pequeña corte que en torno a su señorío se había creado y residencia de sus hermanos y hermanas que vivían en él”.
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