La Plaza de Toros de la Avenida de Vílches se convirtió en la noche del jueves en un maravilloso museo viviente encarnado por el Ballet Nacional de España, acompañado por la Orquesta Ciudad de Almería.
Un museo del arte español, que no puede ser entendido sin el tesoro que representan la Escuela Bolera, la Danza Española y el Flamenco. Sin Manuel de Falla o Pablo Picasso. reunidos felizmente en 'El sombrero de tres picos' que ocupó la segunda parte del programa. Tampoco se puede entender la cultura española sin los grandes coreógrafos y bailarines de ahora y de otros tiempos, como Antonio Ruiz Soler a quien está dedicado este brillante espectáculo dirigido por Antonio Najarro, y que es un homenaje al gran Antonio.
Eritaña
Para poner en situación al respetable, la velada se inició desde la esencia, desde los orígenes. ‘Eritaña’, es una pieza excepcional de l acerbo de la Escuela Bolera que sirvió de tarjeta de visita a esta compañía pública para hacer gala de un nivel técnico realmente admirable.
Solistas y cuerpo de baile parecían flotar sobre el escenario, envolviendo la tremenda exigencia física y técnica detrás de toda la delicadeza y todo el preciosismo de las sevillanas boleras y del resto del material coreográfico recogido en las variaciones de ‘Eritaña’. Aloña Alonso y Eduardo Martínez afrontaron el papel de pareja principal.
Zapateado de Sarasate
Francisco Velasco le robó el corazón a la Plaza. El ‘Zapateado’ de Pablo Sarasate fue uno de las señas de identidad de Antonio Ruiz Soler. Francisco Velasco hizo honor a esta pieza, que como pocas, sirve para dejar constancia de talento artístico e inspiración. Con el acompañamiento obre el escenario, del violinista Albert Skuratov y el pianista Juan Antonio Mata el público se deshizo en ovaciones porque el bailarín parecía llegar más lejos en cada variación.
Eterna Iberia
La primera parte del espectáculo incluyó esta creación del director del Ballet Nacional de España, Antonio Najarro. La bellísima composición del maestro Moreno-Buendía se ha convertido en las manos de Najarro en un excelente argumento coreográfico para mostrar toda la dimensión de la compañía, sobre todo, claro está, por su extraordinario nivel. Los cinco movimientos que la integran permitieron disfrutar de todas las combinaciones posibles, desde el solo de Sergio Bernal en la farruca hasta el paso a dos de Sara Arévalo y Juan Pedro Delgado, intercalado entre magníficos cuadros con las diferentes secciones del Ballet y toda la compañía al unísono.
El sombrero de tres picos
La segunda parte del programa estuvo reservada a una pieza cumbre del baile español, ‘El sombrero de tres picos’ que es, con toda seguridad, un nexo de unión entre genios y entre épocas diferentes de un arte inmortal. La música de Falla, la creatividad plástica de Picasso y el talento coreográfico de Antonio Ruiz combinados en esta obra son elementos que, juntos, han cumplido cien años. Por eso, es necesario seguir representando esta pantomima cargada de crítica social y de poesía. Fue una pena que el director de la OCAL sufriera una lipotimia que impidió que la orquesta pudiera acompañar esta pieza.
Afortunadamente Manuel Coves se recuperó sin problemas. Tras la larguísima ovación, el concertino de la OCAL, José Vélez, dirigió la Danza final de esta pieza, con toda la compañía sobre el escenario. La plaza se venía abajo en aplausos, cerrándose así una noche inolvidable.
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