Pasión por los libros

Qué hacer si nuestros hijos no leen por culpa de la tecnología

Calle principal de Stratford desde la puerta de la casa de Shakespeare.
Calle principal de Stratford desde la puerta de la casa de Shakespeare. La Voz
Mar de los Ríos
07:00 • 21 sept. 2019

Acostarse con el móvil a ver vídeos de cualquier cosa se ha convertido en el pasatiempo favorito para todos. Hacer el esfuerzo intelectual de seguir una historia que ayer dejásemos en el suspense de una página, para muchos ha dejado de ser una opción. Somos el país de Europa con más teléfonos inteligentes y bares por habitante y eso significa, entre otras cosas, que navegar por Internet y tapear es nuestra prioridad. Los que disfrutamos con la compañía de universos paralelos, no debiéramos de resignarnos a ver cómo ante nuestros ojos la capacidad crítica de la sociedad se diezma y gana el mensaje corto y dirigido que consigue manipularnos como a corderos, derivado en gran parte de no adquirir las habilidades que concede la lectura. Lejos del tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor, debemos afanarnos en crear espacios para conectar la lectura con la población actual de nuestro país, donde la emoción y el placer se den cita. O sea, alimento y personas. Analicemos esos espacios que funcionan para traducirlos al español.




Por ello me gustaría contarles algunas curiosidades más de mi viaje reciente a Reino Unido, tierra perfumada por el papel impreso.




El turismo de librerías
Viajar es algo que la mayoría de la población hemos asumido como el recreo incontestable del siglo XXI, buscando experiencias según los gustos. Y eso es lo que encontré en un pequeño pueblo galés, que no llega a los 2.000 habitantes, Hay‑on ‑Wye, con sus 27 librerías. Todo surge cuando en 1961 Richard Booth, abrió su primera tienda de libros usados en la antigua estación de bomberos. El éxito fue notable y en los años siguientes nacieron otras librerías de ejemplares usados. Tal fue la repercusión que fue proclamado pueblo del libro en 1970. Como truco publicitario, Richard Booth, declara a Hay-on-Wye principado autónomo y él se autodenomina rey como Ricardo Corazón del Libro, nombrando a su caballo primer ministro. En 1988 comenzó un festival literario, patrocinado por el periódico The Guardian, que se celebra anualmente, con invitados de relevancia mundial.



La realidad es que actualmente reciben más de medio millón de turistas al año. Y visitadas algunas de esas 27 librerías yo destacaría varias ideas a importar: una es que hay sillones por todos los rincones y gente leyendo plácidamente en muchas de esas librerías, es decir, se invita a leer por encima de todo. Dos es que varias de estas librerías son temáticas, atrayendo público concreto de todas partes. Tres es que son apreciados los libros de segunda mano tanto o más que los nuevos. Cuatro es que proliferan productos preciosos de papelería exquisita tales como: postales, láminas para enmarcar, agendas para todos los gustos y tarjetas de felicitación con frases de tu escritor favorito a un precio asequible, que apetece llevarte.También en las grandes ciudades, como por ejemplo en Cardiff, pude visitar librerías con cafeterías dentro, no al revés, lo que facilita alargar el tiempo en aquel espacio, no es una tienda solamente.







La idea de la villa del libro fue copiada desde Hay‑on ‑Wye en España en 2007 en un pueblo de Valladolid, Ureña, de no más de 200 habitantes, donde ya cuentan con 10 librerías, ofreciendo también en sus establecimientos las bondades gastronómicas del lugar e impulsando notablemente la economía local.




Shakespeare a granel 
Statford ‑upon ‑Avon es una ciudad inglesa de 27.000 habitantes, a 150 km de Londres, en la que nació el dramaturgo más famoso de la Literatura, William Shakespeare. No sabemos lo que pensaría el avispado de Will si levantase la cabeza y comprobase cómo su ciudad está abarrotada de gente que hace cola para hacerse una foto en las fachadas de sus diferentes viviendas o en la iglesia donde está enterrado.



Para los amantes de la Literatura, no sería nuestra manera de absorber la esencia del genio inglés, rodeados de un gentío equiparable al de una feria, (nada que ver con mi experiencia Brontë que ya les conté), pero, antes de abominar de en qué se ha convertido Stratford, una especie de parque temático, hago una reflexión en letra alta y concluyo que hay muchísima gente en esta villa que vive de Shakespeare. Esos tours con multitud de actores de época que se veían por las calles, quizá despierten la curiosidad lectora o teatral en alguien que de ninguna otra manera hubiese hecho tal acercamiento.


Almería lectora
Y de vuelta a casa me traigo la emoción y concluyo que también tenemos figuras literarias que hermosear. Apuntemos todas estas ideas para trasladarlas a comarcas rurales de nuestro territorio con autores de la talla de Villaespesa o Carmen de Burgos. Yo puedo visualizar en Almería y provincia librerías con buena luz natural para leer sin prisas, que incluyan además ofertas gastronómicas modestas pero potentes y que tengan que ver con nuestras frutas y verduras, de consumición sencilla y muy en boga.


Los libros de segunda mano son algo que tampoco prolifera por estas latitudes y que a mí me parece una idea a explorar muy interesante y a bajo coste, donde se conecta con otras épocas a través de ediciones muy interesantes, así como disfrutar del aliciente añadido que supone descubrir a lectores pretéritos, analizando sus notas al margen. Porque si al final la cuestión es: Ser o no ser, debemos de aspirar a nuestra mejor versión.

Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro, Emily Dickinson (EEUU 1830-1886).


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