La historia de Cabo de Gata cabe en una silla. La lucha incansable de una mujer guerrera y única, como fue Francisca Díaz Torres, Doña Pakyta, también. Esa es la idea que ha guiado los pasos del diseñador almeriense Carlos Jiménez (Almería, 1990) para dar sentido a la última creación de la firma barcelonesa Alutec, una colección de mobiliario para exterior que, por sí sola, cuenta historias.
Las de las noches de pueblo a las puertas de las casas con sillas de rafia o caña, las del salitre nocturno de Cabo de Gata y, sobre todo, las historias del incansable afán de Doña Pakyta porque su rincón natural nunca fuera víctima de la explotación urbanística masiva que ha venido asolando la costa española.
Y es que, aunque “prácticamente nadie sepa” qué es un diseñador de producto y a qué se dedica, el almeriense Carlos Jiménez lo es. Y en esta tarea, su último trabajo ha sido dar forma a una colección de mobiliario para exterior que la compañía Alutec comercializa ya a nivel internacional. Encargo que recibió con la única directriz de que el aluminio fuera el material principal y que las piezas estuvieran preparadas para terrazas y zonas de exterior.
Un homenaje
Ante esto, el almeriense convirtió la demanda en su particular homenaje a su tierra y, en especial, a una de esas zonas que, dice, le ha enamorado de siempre: Cabo de Gata. Después de años viajando y viviendo por Europa (Suecia, Austria o Dinamarca, entre otros), de recibir premios a nivel internacional por sus diseños y de encontrar más valoraciones en el exterior que en su propia patria, Carlos Jiménez sintió que este era el encargo que le daría sentido a su ser almeriense.
“Si algo tenemos mejor que el resto de ciudades es nuestro sol, lo que nos permite disfrutar del aire libre, del exterior, de las terrazas de los bares… Esa fue la idea que me llevó a crear esta colección de sillas inspirada en Almería”, explica Jiménez, quien tras esta idea primigenia desarrolló en su cabeza todo lo que iba a ser esta colección: “Al tratarse de sillas y de que mi inspiración iba a ser mi tierra tenía muy claro que no podía obviar que las sillas que yo siempre había visto eran de cañas y de rafia, las que se sacan de toda la vida a la puerta en las noches de verano para tomar el fresco. Y el aluminio me permitía doblarlo para hacer con él un simil de estas cañas”.
Así, como detalla el diseñador, ya tenía las formas, tenía los dibujos, la inspiración y solo le faltaba un nombre, porque la colección que rendía homenaje a su tierra “no podía llamarse de cualquier forma”.
“En cuanto tomo forma el proyecto vi que el nombre tenía que ser el de Doña Pakyta, porque era un personaje referencia en nuestra provincia y que había hecho tanto por algo que ahora es fuente de turismo y uno de nuestros principales atractivos, como es el Cabo de Gata”. Un nombre tan almeriense que a la firma, con miras internacionales, le chocó, principalmente por la ‘ñ’. “Pero al final les gustó el nombre y ya han sido varias las personas que me han dicho que han conocido la historia de Doña Pakyta gracias a las sillas, que están en muchas terrazas de bares del país y que, pronto, llevarán el nombre de esta mujer a otros países, como México”, apunta el diseñador.
¿De producto?
Pero Carlos Jiménez no solo tiene creatividad, también cuenta con una concienciación social que le ha llevado a realizar las sillas pensando en cómo minimizar costes y la repercusión de su fabricación y traslado en el medioambiente. De ahí, unas sillas resistentes a las inclemencias meteorológicas del exterior y con formas que le permiten ser apilables. “Si no se pueden apilar y tienes que empaquetar cada silla en una caja individual estás contribuyendo a generar un gasto innecesario. Mejor diseñarlas con la idea de que puedan apilarse para empaquetarse y transportarse todas juntas”.
Y es que ahí es donde Carlos Jiménez, que estudió Ingeniería Industrial en la Universidad de Málaga y que ahora reside en Aguadulce, juega su papel como diseñador de producto, es decir, la persona que encuentra cómo hacer bien un objeto para que al resto nos parezca normal, algo que él resume de manera sencilla: “Si alguien dice cómo se usa esto, mi diseño ha fallado. Yo tengo que conseguir que la gente llegue, use mi objeto y en ningún momento piense en su forma, su comodidad...”.
Pero, por mucho que lo intente explicar, aún son muchos los que no comprenden su trabajo. “Un diseñador de producto es un raro en España, sobre todo en Andalucía. Aquí no se valora el diseño como tal, se conoce el diseñador gráfico, algo del diseño de interiores… pero hasta mis padres y mis abuelos todavía me preguntan cuál es mi trabajo. Pero estamos rodeados de objetos y todos ellos han pasado por las manos y la mente de un diseñador de producto”, asegura Jiménez, quien concluye: “Hay que adquirir más cultura del diseño, porque cuando la gente comienza a conocer sobre el diseño y lo que puede a llegar a contar, entonces valoran el trabajo”.
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