Juan Antonio Moreno Ávila silencia el ruido. Su último poemario confirma lo que ha ido construyendo a lo largo de los años: un tablero de ajedrez sobre el que el lenguaje y los símbolos debaten acerca de la angustia y lo lúdico. Y, una vez más, inicia el misterio de su poesía con el título elegido. Qué es ‘fi’ y dónde nos sitúa. Qué es ‘cálamo’ y de dónde nos mueve: “una falta en la escritura es, en ocasiones, llamada lapsus calami, equivalente, en un texto, al lapsus linguae oral”.
El libro se arma con diversos apartados que son, a su vez, habitáculos de una casa-universo por la que transita el poeta. Hace un tiempo, dije de su poesía que lo liviano y lo pesado, el error y el acierto, el todo y la nada dialogan con la esencia del ser humano (los rostros y las máscaras) y, a su vez, con el infinito: es decir: humano versus humano: humano versus cosmos: cosmos versus infinito. Humano versus infinito. Infinito: lo que contiene todos los números y a su vez no contiene nada. Ahora, con este nuevo poemario, el poeta parece alcanzar la madurez del dolor, si eso fuera posible y no fuese en sí mismo algo inalcanzable. Los versos paren el terrible asombro de lo cotidiano y elevan a condición de hormiga al tiempo y al universo: Dios descansa junto a los pistachos. Los contrastes entre el elemento rutinario y reconocible y la metáfora de lo sorpresivo, de lo abstracto provocan un juego que parece balancearse sobre dos ejes en sutil equilibrio: el tiempo y la nada.
La mayoría son poemas pequeños como haikus abatidos como el cuello de un cisne negro que nos explicara en estos aforismos poéticos la filosofía de lo absurdos que somos: “aceptar que aceptar/ suele ser utopía”. Hay un constante cuestionamiento del yo y su dualidad sostenido por las constantes preguntas que ensanchan el carácter filosófico de esta poesía a través de la indagación en el ser humano desde las aristas del dolor, la belleza y la sorpresa. Asistimos expectantes a un lenguaje tejido con carambolas cargadas de ironía y desolación que indaga en todos los objetos del mundo: en un peón y en una nube extraña.
La máxima de Huidobro de que “el verso sea como una llave que abra mil puertas” se cumple en la poesía de Juan Antonio Moreno Ávila: cada verso, cada breve poema es como un rayo que escinde lo establecido y destapa esos universos dolientes.
En este palimpsesto de metáforas y comparaciones lo que cohesiona todo el poemario es un profundo sentido no común: la inteligencia de una mirada racional y poética que pone el mundo del revés para señalar la desnudez y desamparo del ser humano y que, a modo de esperanza, “Viene la mente a matarnos/ con su puñal de sombra/ y contraataca la gratitud/ izando la bandera de vivir.”
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