Fernando Valls (Almería, 1954) es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y crítico literario y, como articulista, ha colaborado con medios como infoLibre, El País, La Vanguardia y El Mundo. Ha dirigido la revista Quimera y, hasta el 2019, fue responsable de las colecciones Reloj de arena y Cristal de cuarzo, de la editorial Menoscuarto. Es autor de cinco antologías de la narrativa breve y sus últimos libros son Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español y Sombras del tiempo. Estudios sobre el cuento español contemporáneo.
En la actualidad está coordinando un volumen sobre la narrativa breve del exilio republicano español y prepara un libro sobre la novela española de la segunda mitad del siglo XX y del XXI. Acaba de asumir la presidencia de la Asociación Española de Críticos Literarios.
¿Podría evocar algún recuerdo lector que tenga en Almería?
Me aficioné a leer con Robinson Crusoe, Oliver Twist y los narradores del llamado boom hispanoamericano, sobre todo con García Márquez y Vargas Llosa, antes de acabar el bachillerato.
Y respecto a los recuerdos vitales, sigo teniendo presentes los juegos infantiles en mi barrio, en los alrededores de la calle del Magistral Domínguez; los partidos de baloncesto en La Salle, con el C.B. Almería; la playa, de San Miguel al Zapillo, o la del Cabo de Gata; la conversación con los amigos, tapeando; las vueltas y revueltas por el Paseo intentando tontear con las niñas que nos gustaban y que no nos hacían caso; las pipas calientes del quiosco del Paseo...
¿Cuál es el libro que, en su opinión, mejor ha retratado esta tierra?
Los poemas de José Ángel Valente y las fotos de Pérez Siquier y Manolo Falces, compañero mío de colegio.
¿Alguna impresión íntima de sus regresos a Almería?
Allí vive toda mi familia y muchos amigos queridos. Me gusta volver porque me siento a gusto y lo paso bien. Además, suelo coincidir con amigos que viven en otras ciudades. Almería tiene alicientes que no encuentro ni en Barcelona ni en Berlín, las dos ciudades en las que vivo medio año.
Acaba de asumir la presidencia de la Asociación Española de Críticos Literarios, ¿cómo le gustaría ser recordado?
No creo que lo recuerde nadie, pero me gustaría que funcionara casi tan bien como en los años de mi antecesor, Ángel Basanta.
¿Cuál su función principal?
Concedemos todos los años los premios de la crítica. La singularidad principal es que se falla en las cuatro lenguas oficiales españolas, en poesía y narrativa y, por tanto, concedemos ocho premios, que no tienen dotación económica y que los concede un jurado independiente, formado por críticos literarios. Nuestros socios forman parte de los jurados de los Premios Nacionales de Literatura, de ensayo y periodismo cultural.
Otra peculiaridad es que cada año se falla en una ciudad distinta. Así, en 2007 se falló el premio en Almería, donde la Diputación lo organizó de forma modélica y donde nos gustaría volver. Este año, en la edición 65, pues se concede desde 1956, se fallará en Gijón, si la pandemia lo permite.
¿Un crítico es un escritor frustrado?
Que yo sepa, no, o al menos no creo que sea mi caso. Es un tópico. Juan Benet decía que los escritores eran críticos frustrados.
A su juicio, ¿qué se le puede criticar a los críticos literarios españoles?
A algunos de ellos, el desconocimiento, la precipitación, el compincheo... Pero a esos no los tiene nadie en cuenta.
¿Los críticos alguna vez han tenido el poder de destruir o encumbrar a un escritor?
Ni creo que lo hayan tenido ni creo que deban tener ese poder. Su función es otra, orientadora y analítica.
Como profesor universitario de literatura española contemporánea, ¿diría que los jóvenes de nuestro país leen lo suficiente?
En ningún sitio del mundo, que yo conozca, se lee lo suficiente, pero sería bueno que nuestros jóvenes leyeran más, les abriría la cabeza al conocimiento y a los sentimientos complejos.
¿Qué opina del fenómeno de los ‘booktubers’?
¿Bookqué...? Para empezar deberían encontrar una palabra en español que los definiera. Hasta donde yo sé, no me parece que hayan aportado nada de interés a la crítica literaria.
¿Considera que se está dejando de hacer buena literatura en España en un intento de llegar al gran público?
Ha ocurrido siempre, pero se sigue haciendo muy buena literatura, el último libro de Luis Landero, El huerto de Emerson, es un ejemplo de ello. Me está interesando mucho Fiume, la novela de Fernando Clemot, y tengo curiosidad por leer -no me ha llegado aún- la novela de Juan Manuel Gil, Trigo limpio, la ganadora del último Biblioteca Breve. Me gustan también los libros de Cristina Morales, Elvira Navarro, Marina Perezagua y Esther García Llovet, por citar otros nombres nuevos.
¿Hay algún premio literario que no se deje influir por modas como la autoficción, el número de seguidores en Twitter o presentadores de televisión metidos a escritores?
He estado en muchos jurados (el Premio de las Letras Españolas, el Nacional de Narrativa, el de la Crítica) y en ninguno he observado que se tuvieran en cuenta ni esas ni ninguna otra moda. Lo normal es que se premie la ambición, la calidad literaria.
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