Pepe Céspedes es uno de nuestros cómicos más populares y carismáticos. Poco dado a las entrevistas, concede esta a LA VOZ en honor a unos inicios en los que los que la entonces nueva hornada de humoristas almerienses buscaba en los periódicos de su tierra titulares con los que conectar con el público. Tras 17 años en los escenarios, confiesa que una de sus grandes obsesiones es el miedo a repetirse.
En confianza, ¿cuántos titulares de LA VOZ le han salvado un monólogo?
Oh, muchos. Es que LA VOZ ha tenido grandes titulares. El mítico ‘Ningún almeriense muere en las Torres Gemelas’, que me parece fabuloso. O ‘Rocío Jurado por fin descansa bajo mármol de Macael’. Luego ha habido verdadera pasión por ubicar el Corte Inglés en cualquier sitio de Almería: desde la Casa Cuartel de la Guardia Civil a La Salle. Al fin y al cabo, uno hace humor de las cosas que son importantes para la gente y aquello era gracioso porque todo el mundo sabía de lo que hablábamos.
Precisamente he traído las portadas de los días siguientes al 11-S de 2001 porque ese titular sobre las Torres Gemelas nunca se publicó, es una leyenda urbana. ¿Ahora qué hacemos?
(Mira las portadas). Tendría que buscarlo, en mi mesa guardo muchos recortes, pero estoy bastante convencido de que se publicó, a lo mejor no fue el día 12. Y si no existió, debería haber existido. (Risas).
Cuando empezamos, no se hablaba mucho de Almería; ahora sí hay cierto chovinismo, demasiado, se habla de Almería como la mejor ciudad del mundo. Hombre, hay otras que tampoco están tan mal: París, Florencia, San Sebastián tienen su puntillo también. En aquel entonces éramos jóvenes y recuerdo que nos íbamos a los bares a leer los periódicos buscando de dónde tirar. Acabamos pegando fuerte y logramos que se hablara de aquí.
¿Es Ana Soria la 'celebrity' que Almería necesitaba?
En el podcast ‘Gente de Almería’ llevamos tiempo haciendo una sección con eso que Martín Caparrós ha llamado periodismo de clic, que consiste en llevar las redes sociales a los medios. Al principio nos reíamos de las noticias de los diarios tipo ‘20 lugares que un tipo de Soria no va a visitar nunca’. Pero luego es cierto que tanto Paco [Calavera] como yo hemos hemos acabado enganchados a la historia de Ana Soria y Enrique Ponce. Con decirte que nos hemos registrado a la web de LA VOZ para saber si vende la casa de sus padres en Ciudad Jardín.
Hay una leyenda negra que dice que dúos cómicos como Martes y 13 o
Cruz y Raya en el fondo se llevaban fatal. Confiese: ¿Calavera y usted
se aborrecen?
Calavera es mi hermano y hay un componente de
admiración por su talento absoluto. Almería es diferente en eso. Los
cómicos de aquí somos amigos antes que cómicos. Es algo que, además,
llama la atención fuera. Labordeta, Kikín, Alvarito, Calavera, Marco
Antonio, El Najar, Los hermanos Torres, aquí se ha generado un
ecosistema que genera comedia. Y, por supuesto, endemismos. Almería
tiene un público de comedia muy superior a ciudades mucho más grandes.
De hecho, y esto sí es histórico, los cómicos pueden pasar un año entero
actuando sin salir de la provincia.
Según el gerente de La Chocita del Loro, las cómicas son menos divertidas. ¿Está de acuerdo?
Pienso que es deleznable. Como padre de una hija, me parece horrible que venga a un mundo en el que va a estar determinada por su sexo. En España, además, hay grandes cómicas. De hecho, en este momento no hay nadie que llene más que Martita de Graná. Estuvo aquí hace unas semanas y lo hizo. Es una gilipollez distinguir entre humor de tías y de tíos. Me parece tan absurdo...
¿Actuaría allí? Kikín ha anunciado que no lo hará.
Yo creo que actué allí una sola vez y nunca más he vuelto. Antes era la fase previa para ir a Paramount o algo así. Pero después de esto, está claro que no.
¿A Pepe Céspedes lo han censurado o se autocensura usted?
Uno se autocensura siempre dentro de sus principios éticos... Sencillamente porque mi censura me la pongo yo con mi forma de entender la vida. Pero más allá de ahí, no ha habido censuras.
Dicen que un escritor escribe siempre el mismo libro, ¿y un cómico la misma broma?
Te lo dice alguien que vive de dos monólogos. (Risas). Pero sí, ese es el gran miedo: repetirte. Se convierte en un problema cuando digamos que has triunfado manteniendo una determinada línea. Cuando te pones a escribir, se produce un bloqueo. Es una cuestión que nosotros nos planteamos mucho. La obsesión por seguir divirtiéndote, porque solo así harás que se divierta la gente. Al final te condiciona ese miedo.
¿Los monólogos, aunque cultura de masas, son al y fin y al cabo cultura?
Ese debate sobre qué es cultura… El monólogo es algo que viene de la tradición teatral desde los inicios, desde Grecia. ¿Acaso los monólogos de El Brujo o Dario Fo no son cultura?, Todo lo que haga pensar, reflexionar, es cultura. Pero esa es mi definición, cada uno hace la suya. Un chiste conlleva un esfuerzo intelectual, pero lo principal es que te rías y desconectes. Tip te hacía pensar y te llevaba a lugares surrealistas y no hablemos de Berlanga, los Monty Python o los hermanos Marx.
Además, aunque ahora sea algo más de masas, lo cierto es que empezamos en el café-teatro como algo absolutamente independiente. No ha habido mejor época que la de Malevaje y El Gato Tuerto actuando en escenarios encima de cajas de Coca-Cola. El monólogo empezó en tugurios y luego pegó el pelotazo.
¿Y por qué en España no tienen el mismo reconocimiento que en EEUU?
Es curioso porque España es un país de cómicos, desde los de la Legua hasta Animalario, pasando por los bufones de la corte o el Viaje a ninguna parte. Hasta Quevedo hacía sus composiciones cómicas. No sé por qué no existe ese reconocimiento, tal vez porque aquí no se trata muy allá a la cultura.
¿Le ha pasado que a alguien no le hagan maldita gracia sus bromas?
Claro que sí. A todos nos ha pasado estar en una actuación y que no se rían. De hecho, las únicas actuaciones que recuerdas son aquellas en las que te ha ido mal. Esto suele acabar en cuestiones graciosas como cómicos a los que los han perseguido perros o han sido apedreados al grito de “¡Os lleváis el dinero de las fiestas!”.
¿Alguna anécdota personal?
Una vez en un evento en el que debajo del escenario había una mesa de dulces me encantó un niño que no paraba de comer, mirarme y decir: “¡No tiene sentido! ¡No hace gracia!”. Y tenía razón, así que me bajé del escenario y le di un abrazo.
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