A más de 1.000 metros de profundidad, en unas coordenadas cercanas al Cabo de Santa María, el punto más meridional del Portugal continental, permanece sumergida desde hace más de dos siglos la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. El buque formaba parte del convoy que transportaba caudales desde América hasta que un aciago día de 1804 fue interceptado por una escuadra inglesa que acabó por hundirlo, como metáfora de un imperio español en clara decadencia. Allí permaneció intacto hasta que, tiempo después, la empresa cazatesoros Odyssey decidió expoliar sus restos recuperando un cargamento de más de 600.000 monedas de plata y oro.
El almeriense Juan Jesús Oliver (Vélez Rubio, 1990) es arqueólogo subacuático y formó parte del equipo humano que entre los años 2015 y 2017 llevó a cabo tres campañas sobre el pecio de la Mercedes para analizar los daños causados en el yacimiento por Odyssey. Esta intervención fue liderada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte -a través del ARQVA-, la Armada Española y el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y se considera “un gran éxito para la arqueología subacuática española que permitió poner punto y final al estudio de un pecio que fue tristemente expoliado por una empresa norteamericana”.
En el marco de la tercera de esas campañas arqueológicas, se recuperaron dos piezas de artillería que centran el artículo que Oliver ha escrito junto a Abraham Ramírez, del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQVA) de Cartagena, y que ha publicado el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Tal y como apuntan en el trabajo, se trata de dos cañones que se transportaban en la bodega de la fragata y que son “piezas únicas”. Porque esta investigación no solo ha permitido trazar su pasado, sino que también ha propiciado el rescate de la historia de su fundidor: Bernardino de Tejeda, un sevillano que fabricaba estas majestuosas creaciones “de bronce de gran belleza decorativa e interés científico”. “Hemos logrado recuperar la memoria de Bernardino de Tejeda y poner en valor a aquellos españoles que no conquistaron América, pero sí la construyeron”, señala en una entrevista a LA VOZ Juan Jesús Oliver.
Y añade a modo de anécdota: “Sirva como dato curioso que del interior de ambos cañones recuperamos sendos tesorillos que se habían ocultado de forma fraudulenta, al tiempo que extrajimos los restos de una rata (que se conserva bastante bien) y que se encuentra en fase de estudio”.
‘Cápsulas del tiempo’
“Para mí la arqueología subacuática supuso un antes y un después no solo en mi vida académica, sino también en mi vida personal. Poder conocer y estudiar científicamente nuestro pasado a través de las ‘cápsulas del tiempo’ que son los yacimientos subacuáticos nos ha permitido descubrir de primera mano y sin apenas alteraciones aspectos muy interesantes de nuestro pasado”, apunta un Juan Jesús Oliver fascinado por lo que hace.
El joven velezano estudió el Grado en Historia en la Universidad de Murcia y luego se especializó en Historia y Patrimonio Naval. En la actualidad, compagina su trabajo como profesor de Geografía e Historia en el IES Alyanub de Vera con su tesis doctoral sobre armamento naval español y preside asimismo la Asociación Española de Historia Naval y Marítima.
Su primer contacto con la Historia tuvo lugar en el Museo Comarcal Velezano Miguel Guirao de Vélez Rubio, con el que empezó a colaborar como voluntario siendo muy joven y donde pudo estudiar “su magnífico fondo y realizar varias publicaciones”. Sin embargo, no fue hasta la universidad cuando al coincidir con el profesor Juan José Sánchez Baena, que impartía también clase en la Cátedra de Historia Naval, hizo su incursión en los museos y archivos navales.
El trabajo empieza en tierra seca
Oliver explica que el trabajo de un arqueólogo subacuático se inicia en tierra seca. En concreto, entre documentos de archivo. Antes de sumergirse en el yacimiento, dedican muchas horas a recopilar y analizar información bibliográfica y documental, que más tarde se complementará con la que se extrae del pecio. Siempre se sigue la premisa de que la extracción de objetos se limita a aquellos materiales que aportan información trascendental y que, al mismo tiempo, corren un serio y real peligro de desaparecer en el fondo marino. De lo contrario, prima la conservación in situ.
En el caso de la Mercedes, obviamente ningún buceador llegó hasta el pecio, que se encontraba a más de 1.000 metros de profundidad. "Hasta él se pudo acceder gracias a los modernos equipos con los que contaba el IEO, entre los que se encontraban los buques Ángeles Alvariño, famoso por participar en las tareas de búsqueda de las niñas desaparecidas en Tenerife, y Sarmiento de Gamboa junto a su ROV Liropus 2000, un submarino no tripulado”, concluye.
¿Cuenta Almería, tierra asesiada por los piratas, con un patrimonio subacuático?
Tal y como explica Juan José Oliver, Almería posee un patrimonio subacuático mucho más importante de lo que nos podemos llegar a imaginar. Según expone, se tienen constancia de numerosos pecios en la zona de Cabo de Gata, entre los que destaca el barco hundido de época nazarí que se expone en el Museo Arqueológico de Almería.
“La historia marítima de nuestra provincia, aunque desconocida, ha estado protagonizada por numerosos pueblos y culturas, desde la época fenicia hasta nuestros días. De hecho, si se destinasen más recursos y medios para poner en valor nuestro patrimonio cultural subacuático, Almería y su litoral tendrían mucho que decir. Al mismo tiempo, como ocurre con otros lugares arqueológicos de Europa, supondrían un atractivo científico- turístico para nuestra tierra”, argumenta.
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