Evaristo Martínez
21:04 • 12 mar. 2012
“La adolescencia es un tiempo fronterizo, maleable, poco consistente. No es raro que se confundan los límites entre lo profano y lo sagrado, entre lo humano y lo divino”, escribe Antonio Fernández Gil, ‘Kayros’, en el prólogo de su obra ‘Adolescencia en Cehegín. Elegía’, que acaba de ver la luz y en la que rescata una serie de poemas escritos hace cincuenta años.
El Ayuntamiento de la localidad ha publicado el libro del periodista y articulista de LA VOZ, que ingresó a los dieciséis años en el Colegio Seráfico del municipio. Allí encontró, según reconoce, dos “privilegios decisivos” que influyeron en su posterior formación literaria: por un lado, “el contacto perseverante” con los clásicos grecolatinos y, por otro, “la visión del paisaje increíble” de Cehegín.
“Llevo mucho tiempo dudando si publicar la obra o no hasta que ha llegado el interés del Ayuntamiento de Cehegín. Es un libro juvenil, adolescente, cargado de nostalgia que toma como base la elegía a una niña que muere. Sobre esa idea se estructuran los recuerdos de entonces. Es una concesión al tiempo que se fue”, explica a este diario.
‘Kayros’ sabe que desde que estos versos encontraron su lugar en el papel hasta hoy, la poesía, como el autor, ha evolucionado por otros caminos. “Hoy se lleva la que conocemos poesía de la experiencia, mientras que antes interesaba más la épica, la historia colectiva del hombre con sus guerras y sus compromisos”, apunta como respuesta a por qué es ahora cuando ve la luz el libro, planteado como un “diario autobiográfico en una ciudad de provincias sin entrar en las negruras de la posguerra”.
También recuerda cómo muchos versos nacieron del apoyo de maestros entregados a la docencia que animaban a sus alumnos a escribir poesía. En ‘Adolescencia en Cehegín. Elegía’ se nota la influencia de los grecolatinos (Fuimos a ver la nieve / -Peña Rubia blanca y pura- / como dos niños buenos, escribe en ‘El rapto de Helena’, donde una excursión evoca al clásico) y de los ingleses, con el paso del tiempo como tema recurrente (Por un instante / me ví viejecito, / con la cabeza nevada / y el triple andar de la garrota, dice en ‘El viejo’). Al final, como en todo viaje, un destino. Después de cincuenta años ausente, / vuelvo a mi Cehegín nuevo y altivo, concluye en ‘La vuelta a Ítaca’, poema con el que se cierra la obra.
El Ayuntamiento de la localidad ha publicado el libro del periodista y articulista de LA VOZ, que ingresó a los dieciséis años en el Colegio Seráfico del municipio. Allí encontró, según reconoce, dos “privilegios decisivos” que influyeron en su posterior formación literaria: por un lado, “el contacto perseverante” con los clásicos grecolatinos y, por otro, “la visión del paisaje increíble” de Cehegín.
“Llevo mucho tiempo dudando si publicar la obra o no hasta que ha llegado el interés del Ayuntamiento de Cehegín. Es un libro juvenil, adolescente, cargado de nostalgia que toma como base la elegía a una niña que muere. Sobre esa idea se estructuran los recuerdos de entonces. Es una concesión al tiempo que se fue”, explica a este diario.
‘Kayros’ sabe que desde que estos versos encontraron su lugar en el papel hasta hoy, la poesía, como el autor, ha evolucionado por otros caminos. “Hoy se lleva la que conocemos poesía de la experiencia, mientras que antes interesaba más la épica, la historia colectiva del hombre con sus guerras y sus compromisos”, apunta como respuesta a por qué es ahora cuando ve la luz el libro, planteado como un “diario autobiográfico en una ciudad de provincias sin entrar en las negruras de la posguerra”.
También recuerda cómo muchos versos nacieron del apoyo de maestros entregados a la docencia que animaban a sus alumnos a escribir poesía. En ‘Adolescencia en Cehegín. Elegía’ se nota la influencia de los grecolatinos (Fuimos a ver la nieve / -Peña Rubia blanca y pura- / como dos niños buenos, escribe en ‘El rapto de Helena’, donde una excursión evoca al clásico) y de los ingleses, con el paso del tiempo como tema recurrente (Por un instante / me ví viejecito, / con la cabeza nevada / y el triple andar de la garrota, dice en ‘El viejo’). Al final, como en todo viaje, un destino. Después de cincuenta años ausente, / vuelvo a mi Cehegín nuevo y altivo, concluye en ‘La vuelta a Ítaca’, poema con el que se cierra la obra.
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