Juan Antonio Barrios
21:23 • 15 mar. 2012
Esta noche, a las 21.30 horas y en la iglesia conventual de las Puras, Tomás Cano, vicario general de la Diócesis, bendecirá la imagen del ‘Cristo de las Almas’, tras la cual tendrá lugar un solemne Vía-Crucis por el casco histórico de la ciudad hasta la casa hermandad de la cofradía del Prendimiento, donde va a recibir culto.
Este crucificado, de los primeros del siglo XX, fue una donación que recibió la hermandad hace justamente dos años, hasta que el anterior hermano mayor de la cofradía del Prendimiento, Enrique Marín, y el actual, José Antonio Miras, han decidido llevar a cabo su restauración, a cargo del prestigioso imaginero sevillano Fernando Murciano.
Este crucificado, considerado de academia por su tamaño mediano, guarda una bella historia que comienza durante la pasada Guerra Civil, cuando fue emparedado para salvarlo de la destrucción de la imaginería religiosa, que en aquella época sufrió buena parte del territorio nacional. Tras muchas décadas oculto, los propietarios de una cortijada del Levante almeriense, en la zona de Níjar, lo encontraron oculto al hacer unas obras en la casa.
Desde el anonimato
Debido a su deterioro, y al alto coste de su restauración, la familia donante, que quiere permanecer en el anonimato, decidió donarlo a la Hermandad Sacramental del Prendimiento, conocedores del gran trabajo que están desarrollando en la diócesis almeriense.
Hace dos años, cuando recibieron la donación, el que fuera hermano mayor del Prendimiento, Enrique Marín, declaró: “El nombre de ‘Cristo de las Almas’ es porque la familia que lo donó, cuando nos mostró al Cristo con la intención de regalar la imagen a la hermandad, le puso ese nombre. Y en memoria y agradecimiento a esa persona, que falleció hace unos meses, lo hemos mantenido”.
“Es una familia muy devota de las imágenes titulares de la cofradía, Jesús en su Prendimiento, el Señor Cautivo de Medinaceli y Nuestra Señora de la Merced, y su intención fue, desde el primer momento, donarla, porque sabían de nuestra trayectoria cofrade”, añadió Marín.
Emparedado en una cortijada
“Conociendo como conozco al imaginero sevillano Fernando Murciano, persona muy sensible y gran artista, siempre ha sido mi deseo encargarle a él la restauración”, afirmó Enrique Marín. “Cada vez que entraba al salón de los ‘Seises’ en la Catedral y veía la talla tan deteriorada y agrietada, le hice la promesa que lo restauraría”.
“Nuestro donante, que queremos guardar su anonimato como desde un principio tanto él como su familia nos pidió, nos cuenta que se lo encontraron emparedado en una cortijada de la zona del Levante cuando fueron a hacer unas obras”, recordaba. “Los antiguos dueños lo escondieron para que no fuera pasto de las llamas, como ocurrió con tantas imágenes en la Guerra Civil española”.
Tras el hallazgo estuvo en un almacén de su propiedad, y viendo que su restauración iba a ser muy costosa, decidieron donárla, narra Marín. “El importe total de su restauración ha sido de 7.000 euros”, añade. “El almacén de mi tío Francisco Marín Lupión, Aluminios Lupión, fue donde tuvo lugar las reuniones del donante, con mi hermano Ico y yo, actuando de testigo mi tío”.
Según ha informado el imaginero Fernando Murciano, la talla es de finales del siglo XIX principios del XX, de autor desconocido.
Este crucificado, de los primeros del siglo XX, fue una donación que recibió la hermandad hace justamente dos años, hasta que el anterior hermano mayor de la cofradía del Prendimiento, Enrique Marín, y el actual, José Antonio Miras, han decidido llevar a cabo su restauración, a cargo del prestigioso imaginero sevillano Fernando Murciano.
Este crucificado, considerado de academia por su tamaño mediano, guarda una bella historia que comienza durante la pasada Guerra Civil, cuando fue emparedado para salvarlo de la destrucción de la imaginería religiosa, que en aquella época sufrió buena parte del territorio nacional. Tras muchas décadas oculto, los propietarios de una cortijada del Levante almeriense, en la zona de Níjar, lo encontraron oculto al hacer unas obras en la casa.
Desde el anonimato
Debido a su deterioro, y al alto coste de su restauración, la familia donante, que quiere permanecer en el anonimato, decidió donarlo a la Hermandad Sacramental del Prendimiento, conocedores del gran trabajo que están desarrollando en la diócesis almeriense.
Hace dos años, cuando recibieron la donación, el que fuera hermano mayor del Prendimiento, Enrique Marín, declaró: “El nombre de ‘Cristo de las Almas’ es porque la familia que lo donó, cuando nos mostró al Cristo con la intención de regalar la imagen a la hermandad, le puso ese nombre. Y en memoria y agradecimiento a esa persona, que falleció hace unos meses, lo hemos mantenido”.
“Es una familia muy devota de las imágenes titulares de la cofradía, Jesús en su Prendimiento, el Señor Cautivo de Medinaceli y Nuestra Señora de la Merced, y su intención fue, desde el primer momento, donarla, porque sabían de nuestra trayectoria cofrade”, añadió Marín.
Emparedado en una cortijada
“Conociendo como conozco al imaginero sevillano Fernando Murciano, persona muy sensible y gran artista, siempre ha sido mi deseo encargarle a él la restauración”, afirmó Enrique Marín. “Cada vez que entraba al salón de los ‘Seises’ en la Catedral y veía la talla tan deteriorada y agrietada, le hice la promesa que lo restauraría”.
“Nuestro donante, que queremos guardar su anonimato como desde un principio tanto él como su familia nos pidió, nos cuenta que se lo encontraron emparedado en una cortijada de la zona del Levante cuando fueron a hacer unas obras”, recordaba. “Los antiguos dueños lo escondieron para que no fuera pasto de las llamas, como ocurrió con tantas imágenes en la Guerra Civil española”.
Tras el hallazgo estuvo en un almacén de su propiedad, y viendo que su restauración iba a ser muy costosa, decidieron donárla, narra Marín. “El importe total de su restauración ha sido de 7.000 euros”, añade. “El almacén de mi tío Francisco Marín Lupión, Aluminios Lupión, fue donde tuvo lugar las reuniones del donante, con mi hermano Ico y yo, actuando de testigo mi tío”.
Según ha informado el imaginero Fernando Murciano, la talla es de finales del siglo XIX principios del XX, de autor desconocido.
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