Muchos conocerán al actor Roberto Álvarez (Gijón, 1956) por la pequeña pantalla (‘Ana y los siete’, ‘Servir y proteger’) aunque su carrera es amplísima en cine y teatro. Y eso que este ‘teleco’ jamás pensó en dedicarse a la interpretación. “Nunca pretendí nada y las cosas me han ido sucediendo. Y cuanto más empeño he puesto, peor me ha ido”, reflexiona al otro lado del teléfono antes de visitar Almería el sábado 4 de marzo (Maestro Padilla, 20.30 horas) con la mítica ‘Equus’, un texto de Peter Shaffer adaptado Natalio Grueso con Carolina África en la dirección. Álex Villazán, Jorge Mayor, Manuela Paso y Claudia Galán completan el reparto.
‘Equus’ es 1973 y muy de su tiempo, pero sigue vigente. ¿Por qué?
Habla de los condicionamientos sociales, de lo que la sociedad te dice que tienes que hacer y ser, y de cómo te educan para ello. Te diría que de lo que habla está más vigente incluso que en aquella época, aunque con distintos moldes.
Aquí usted es un psiquiatra que atiende a un joven que le ha sacado los ojos a los caballos que cuidaba.
En la mente humana, sobre todo en la infancia, se van formando cadenas de grilletes y de repente, sin saber por qué, uno estalla, y puedes hacer algo horrible. A través de terapia, de hipnosis y de entrevistas con el entorno del chico, y con la participación de una jueza, acabaremos viendo cómo ha llegado a hacer algo tan reprobable. Es como un thriller. Y Natalio Grueso ha introducido las redes sociales, internet y el mundo digital como elementos que pueden distorsionar la mente de un crío. Es una de las aportaciones del montaje.
¿Y qué encuentra su personaje en este camino?
El psiquiatra se ve reflejado no en lo que hace el chico sino en las causas, en sentirse víctima. Por seguir unos patrones y unas conductas, por cobardía, no cogió algún tren que debía haber cogido. Y ahora su vida matrimonial y personal, más allá de lo profesional, es un desastre.
Usted cogió el tren de la actuación; una decisión que le haría muy feliz, imagino.
Bueno, estuve siete años muy arrepentido de haberlo hecho (risas). Pensé que nunca iba a vivir de ello. Estaba en la compañía Teatro de la Danza, gustaba lo que hacíamos, pero éramos incapaces de pagar no ya el piso, sino el puchero de todos los días. Viví una crisis grande.
La búsqueda de la libertad personal es otro de los temas de ‘Equus’. ¿Su oficio le ha hecho más libre?
Es una profesión muy esclava. Siempre pendiente de que te llamen, de qué quieren de ti y poco puedes hacer para que sea de otra manera.
Pero ha tenido libertad para explorar.
En eso sí, soy un privilegiado. Me digo todos los días que muy poca gente ha podido trabajar tanto como yo: son miles de capítulos de televisión, miles de días de teatro, tantas películas... He tenido suerte y he explorado muchos caminos y muchos palos. Y ahora, en ‘Equus’, es cuando me siento mejor como actor, más seguro.
Y luego hay papeles que llegan en el instante justo.
Así es, este papel ha llegado cuando tenía que hacerlo, en el momento perfecto. Para ser solvente y para poder comunicar. Porque hay que vivir las cosas para poder hablar de ellas. Me ha llegado en un momento muy bonito.
Han estado con ‘Equus’ en Madrid y ahora salen de gira. ¿Qué les aporta visitar otras ciudades?
A los actores es lo que más ilusión nos hace. Por amor de Dios, irte a Almería..., si casi inauguré el Maestro Padilla con ‘La zapatera prodigiosa’ [es cierto: la representó con Teatro de la Danza en 1995]. Además, en esta compañía nos queremos mucho. Y vamos con tres intérpretes nominados por la Unión de Actores: Álex Villazán y Claudia Galán, ambos por ‘Equus’, y Mamen Camacho por ‘Servir y proteger’. Comer allí juntos, recibir el aplauso del público... Es una fiesta.
¿Ejerce de mentor con los actores jóvenes?
Los actores decimos que todos aprendemos de todos en el escenario: mecanismos, miradas, cómo enchufamos con el personaje... Pero no ejerzo de nada de eso, no ando dando consejos, no es algo que me salga. Mentalmente, me siento igual de joven que cuando tenía 23 años. Álex Villazán es un prodigio, alguien que hace fácil lo difícil, un portento. Y lo que hace Claudia también es precioso. En esta obra hay un desnudo que en tiempos de Franco generó mucho revuelo: primero lo hacían en tanga y cuando murió se lo quitaron. Aquí lo hemos tratado con una elegancia maravillosa, con un mimo exquisito. Tanto yo sobre el escenario como los espectadores sienten que se corta el aire: esa mezcla de pudor, respeto, valor, aplauso. Los veinte minutos finales de la obra son brutales, el público sale conmocionado. Esa desnudez, de alma y física, es algo digno de ver, te lo digo con toda sinceridad.
En ‘Equus’ también es productor a través de Okapi, de la que forma parte. ¿Cómo lleva estar en el escenario y en la sombra?
Sinceramente, cualquiera que lo haya probado lo lleva mal: esto es así (risas). Solo recibes llamadas cuando las cosas van mal: si uno está con Covid, si hay nieve y un camión no llega… Problemas que tienes que solucionar, es algo bastante ingrato y poco reconocido. Por eso siempre que trabajo como actor, como ahora en ‘Servir y proteger’ donde he estado seis años, voy dando las gracias a los que están en una oficina y que hacen posible esto o aquello. Pensarán que soy un ‘pelota’, pero no, al contrario: sé lo que es estar ahí.
Una de las obras de Okapi es ‘Lorca por Saura’, que pasó por El Ejido una semana antes de la muerte de su director. ¿Cómo fue trabajar con él?
Ya dirigió para nosotros ‘El coronel no tiene quien le escriba’ y ‘La fiesta del Chivo’. Era una persona muy humilde, sencilla, que encajaba los comentarios extraordinariamente bien, con dulzura; muy esteta, meticuloso con lo que quería a nivel visual. Estuvo al pie del cañón hasta el final. Fíjate, como actor he visto muchísimas películas pero no soy muy cinéfilo, de esos que tienen 250 libros o DVD. Pero he visto todo el cine de Carlos Saura. Era alguien más importante de lo que uno podía suponer.
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