“Aprendes más mirando y escuchando, pero al retratar haces ambas cosas a la vez”

El fotógrafo Rodrigo Valero presenta el jueves su libro ‘Mirando a Carlos Pérez Siquier’

Rodrigo Valero posa con su libro ‘Mirando a Pérez Siquier’. / Foto: Rodrigo Valero Rodríguez
Rodrigo Valero posa con su libro ‘Mirando a Pérez Siquier’. / Foto: Rodrigo Valero Rodríguez
Evaristo Martínez
14:06 • 03 mar. 2023

Pasó de admirar su obra a convertirse en su amigo, una relación basada en la confianza, el respeto y el amor de ambos por la fotografía. Ahora, Rodrigo Valero (Grenoble, 1964) reúne en ‘Mirando a Carlos Pérez Siquier’ (IEA) una serie de retratos personales del desaparecido artista que funcionan también como un diario íntimo tanto de quien posó como de quien miró por el objetivo. Un libro de imágenes acompañadas por textos de 50 autores (entre ellos, Laura Terré, Pablo Juliá, Estela de Castro, Jeanne Chevalier, Francisco Uceda, Andrés García Ibañez y Antonio Lafarque) que se presenta el jueves 9 de marzo a las 19 horas en la Diputación de Almería.



¿Qué ha descubierto sobre Siquier trabajando en este libro?



Que con 90 años se puede tener la ilusión de un joven y la lucidez de un maestro. Era un hombre muy vitalista y generoso con la elegancia de un auténtico ‘gentleman’, una gran persona. Nos unía un doble vínculo, la fotografía y la amistad. 



¿Y acerca de usted?



Al ser un proyecto largo, de casi veinte años, mi relación pasó de la admiración por la singularidad y grandeza de su obra a una ligadura basada en la amistad. De unos primeros retratos casi frugales pasé a unos más elaborados contextualmente, con mayor carga emocional. Para mí era un gran honor y responsabilidad retratar al maestro de maestros, habida cuenta que no era muy amigo de los retratos. Por eso este proyecto tiene tanto valor como documento íntimo sobre él. Tuve ese gran privilegio. Siempre le estaré agradecido por su confianza en mí.



¿De qué retrato se siente especialmente orgulloso?



Todos tienen una historia y un matiz emocional que los hace únicos, pero si tuviera que decantarme por uno sería el de la portada del libro:  está realizado en la ‘Briseña’, una antigua casa de pastores, un lugar apacible donde él se aislaba y disfrutaba.



Imagino que cada fotografía esconderá una historia, un momento, un recuerdo, una anécdota. ¿Puede desvelar alguna?

Son muchas, ya que Carlos era muy ingenioso y con gran sentido del humor. Un día, retratándole en el cuarto de baño frente a un espejo, me dijo que como yo manejaba muy bien el Photoshop le pusiera más músculos. No pudimos de parar de reír.


Pérez Siquier decía que se expresaba mejor con imágenes que con palabras. ¿Cómo era de cerca?

Eso decía, pero en la distancia corta era lo contrario: un gran conversador, cercano, ameno y, en algunas ocasiones, bastante socarrón. 


¿Qué aprendió mirándole a través del objetivo?

Que se aprende más observando y escuchando que retratando. Eso sí, retratando se puede observar y escuchar a la vez (risas).


Sus series ‘La Chanca’ y ‘La playa’ son universales. ¿Sigue existiendo un Pérez Siquier aún por descubrir?

Así es, existe un gran legado de archivos fotográficos que Carlos ‘descartó’, que no seleccionó para exponer y que son auténticas maravillas. Merecerían que salieran a la luz y pudiéramos disfrutar de su obra completa.


Va a impartir un curso en la UAL sobre fotografía de retrato, con las plazas ya agotadas. ¿Su técnica?

En mi caso no hay truco ni cartón. Más bien, una característica natural en mí: ser ‘empático’. Siempre fui muy intuitivo y sensible y eso me ayuda a la hora de retratar, de derribar escudos, manías, miedos,… Algunos incluso quieren dirigirme la sesión adoptando estereotipos; no lo consiguen, claro.


“No me gustan las fotos, no me gusta posar”, le habrán dicho más de una vez. ¿Entonces?

Pues tratar de convencerlos, les digo que lo quiero es dignificarlos a través de mi mirada. Recuerdo que hasta a ti te convencí (risas).


Por sus retratos, en blanco y negro y con fondo neutro, desfilan desde estrellas de cine a pescadores. ¿Su cámara iguala a todos?

Para mí, todas las personas son iguales, como mostré en mi libro ‘Introspecciones’ a través de una gran muestra del tejido social que incluye desde una prostituta hasta presidentes. Todos retratados dignamente.


¿El retrato perfecto es solo mérito del autor?

Del autor y del retratado: sin su colaboración sería imposible realizarlo.


¿Qué retratado le dejó un recuerdo único?

Han sido tantos... Por celebridad y por su trayectoria vivencial diría que el expresidente de Uruguay ‘Pepe’ Mujica. Pero a nivel emotivo, sin duda, el gran poeta Julio Alfredo Egea, el escultor Pedro Gilabert y el maestro Pérez Siquier. Imposible elegir uno.


¿Alguno que se le ha haya resistido?

Muy pocos, pero... ‘haberlos haylos’.


¿A quién le gustaría retratar antes de colgar la cámara?

¡Uf! Si te lo digo, no se cumple (risas).


Por cierto, eso de colgar la cámara…

¿Jubilarme? En el trabajo sí. Pero dejar de fotografiar, y dejar de ser uno mismo, nunca. 


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