Evaristo Martínez
22:49 • 01 may. 2012
El ruido blanco es esa señal aleatoria que contiene todas las frecuencias, el vacío lleno de materia que toma forma en la niebla del televisor o en el zumbido de la radio cuando el dial no llega a ningún puerto. También ‘Ruido blanco’ es el último poemario de Raúl Quinto (Cartagena, 1978), una obra publicada por la editorial cordobesa La Bella Varsovia con la que el ganador del premio de poesía Francisco Villaespesa, autor de libros como ‘La flor de la tortura’ e ‘Idioteca’, profesor en Almería y colaborador de LA VOZ, indaga sobre la realidad en los tiempos del zapping.
Con ‘Ruido blanco’ regresa a la poesía tras la pausa que supuso ‘Idioteca’ (El Gaviero).
En realidad nunca me he ido de la poesía; de hecho, este libro lo comencé a escribir antes que ‘Idioteca’ y me acompañó en todo el proceso de escritura. ‘Ruido blanco’ lo empecé en 2006 y lo acabé cuando se publicó ‘Idioteca’, así que es un proyecto de largo recorrido. Nunca he abandonado la poesía: soy escritor pero fundamentalmente escribo poesía.
¿Y qué es el ruido blanco?
Es un fenómeno físico por el que en una misma señal se emiten todas las frecuencias posibles en un mismo punto. Es lo que sucede cuando uno está buscando un dial en la radio y se escuchan interferencias porque todas las frecuencias están ahí. En mi opinión, el mundo en el que vivimos está atravesado de ruido blanco. Vivimos en una sociedad donde la información, los mensajes, los diferentes códigos, nos asaltan, nos agraden continuamente: una sociedad de la sobreinformación. Y eso, en vez de permitirnos mayor comunicación o acercamiento a los demás, nos aísla, nos aliena y nos incomunica.
¿Cómo lo ha reflejado en la obra?
He intentado a través de la poesía, y de la forma de construir los poemas, reproducir ese marasmo informativo, esa sobredosis de datos, de información, de mensajes, para ponerla en cuestión y provocar algún tipo de conflicto en el lector. En esa nube de mensajes que hace que se oculten unos a otros nos encontramos con que está en el mismo nivel la publicidad que catástrofes como la de Lorca, que se quedan en cifras, en un vacío absoluto.
Entre los versos hay un ‘fantasma’, una presencia, la de Christine Chubbuck, que recorre el poemario. ¿Existió realmente?
Sí, era una periodista americana que en 1974 se suicidó en directo frente a las cámaras anunciándolo como un contenido más de su programa. Denunciaba el trato efectista que su cadena tenía frente a noticias violentas. En una época, además, en la que la televisión aún era el espejo de la sociedad, un filtro de la sociedad. Ahora vivimos en un mundo que ha asesinado a la televisión: igual que aquella canción que decía que el video mató a la estrella de la radio, ahora Internet ha matado a la televisión. Hablar del suicidio de Chubbuck es hablar del fin de esa época de los mass-media.
¿Ese caos del que habla se traslada a la forma de los poemas?
Soy de los que piensan que el continente hace contenido, sobre todo en poesía. La poesía es un lenguaje denotativo, es muy importante cómo está escrito un poema para saber lo que dice. He intentado reproducir con una técnica de escritura determinada lo que sería el ruido blanco y la sensación que me produce esa sobreinformación. Hay poemas escritos en verso libre, con musicalidad métrica pero una música diferente, como había hecho en otras obras, y luego introduzco como novedad poemas en prosa, con otro ritmo, más distorsionado, como si fuera Sonic Youth o un grupo de ‘noise’. El ritmo lo encuentro a base de la repetición, de la anáfora, del ritmo en las imágenes o en la referencia. Es un ritmo más mental y más ruidoso.
Es una poesía muy visual, que remite a imágenes.
Intento escribir desde la superficie para llegar a la profundidad que esconden esos poemas. Casi todos hacen referencia a imágenes, como pequeñas secuencias de cine, de televisión o de la vida misma que se van cortando; hago una especie de montaje, de ‘collage’, donde cada frase ante
Con ‘Ruido blanco’ regresa a la poesía tras la pausa que supuso ‘Idioteca’ (El Gaviero).
En realidad nunca me he ido de la poesía; de hecho, este libro lo comencé a escribir antes que ‘Idioteca’ y me acompañó en todo el proceso de escritura. ‘Ruido blanco’ lo empecé en 2006 y lo acabé cuando se publicó ‘Idioteca’, así que es un proyecto de largo recorrido. Nunca he abandonado la poesía: soy escritor pero fundamentalmente escribo poesía.
¿Y qué es el ruido blanco?
Es un fenómeno físico por el que en una misma señal se emiten todas las frecuencias posibles en un mismo punto. Es lo que sucede cuando uno está buscando un dial en la radio y se escuchan interferencias porque todas las frecuencias están ahí. En mi opinión, el mundo en el que vivimos está atravesado de ruido blanco. Vivimos en una sociedad donde la información, los mensajes, los diferentes códigos, nos asaltan, nos agraden continuamente: una sociedad de la sobreinformación. Y eso, en vez de permitirnos mayor comunicación o acercamiento a los demás, nos aísla, nos aliena y nos incomunica.
¿Cómo lo ha reflejado en la obra?
He intentado a través de la poesía, y de la forma de construir los poemas, reproducir ese marasmo informativo, esa sobredosis de datos, de información, de mensajes, para ponerla en cuestión y provocar algún tipo de conflicto en el lector. En esa nube de mensajes que hace que se oculten unos a otros nos encontramos con que está en el mismo nivel la publicidad que catástrofes como la de Lorca, que se quedan en cifras, en un vacío absoluto.
Entre los versos hay un ‘fantasma’, una presencia, la de Christine Chubbuck, que recorre el poemario. ¿Existió realmente?
Sí, era una periodista americana que en 1974 se suicidó en directo frente a las cámaras anunciándolo como un contenido más de su programa. Denunciaba el trato efectista que su cadena tenía frente a noticias violentas. En una época, además, en la que la televisión aún era el espejo de la sociedad, un filtro de la sociedad. Ahora vivimos en un mundo que ha asesinado a la televisión: igual que aquella canción que decía que el video mató a la estrella de la radio, ahora Internet ha matado a la televisión. Hablar del suicidio de Chubbuck es hablar del fin de esa época de los mass-media.
¿Ese caos del que habla se traslada a la forma de los poemas?
Soy de los que piensan que el continente hace contenido, sobre todo en poesía. La poesía es un lenguaje denotativo, es muy importante cómo está escrito un poema para saber lo que dice. He intentado reproducir con una técnica de escritura determinada lo que sería el ruido blanco y la sensación que me produce esa sobreinformación. Hay poemas escritos en verso libre, con musicalidad métrica pero una música diferente, como había hecho en otras obras, y luego introduzco como novedad poemas en prosa, con otro ritmo, más distorsionado, como si fuera Sonic Youth o un grupo de ‘noise’. El ritmo lo encuentro a base de la repetición, de la anáfora, del ritmo en las imágenes o en la referencia. Es un ritmo más mental y más ruidoso.
Es una poesía muy visual, que remite a imágenes.
Intento escribir desde la superficie para llegar a la profundidad que esconden esos poemas. Casi todos hacen referencia a imágenes, como pequeñas secuencias de cine, de televisión o de la vida misma que se van cortando; hago una especie de montaje, de ‘collage’, donde cada frase ante
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