Lágrimas fingidas para despedir a la sardina

Lágrimas fingidas para despedir a la sardina

Jacinto Castillo
17:30 • 17 feb. 2013

Carnavaleros, incondicionales del pito y la caja y muchas familias empeñadas en sacarle partido al domingo se sumaron al cortejo fúnebre que puso fin al Carnaval 2013 en el mediodía de ayer. La mañana no prometía nada bueno, pero, al final, pudo más el tirón de la fúnebre convocatoria para ver como ardía la sardina de este año, al final del Muelle de Levante.


Paseo abajo, la comitiva fue ganando en grosor y animación y, ya en la Plaza Circular quedó claro que eran muchos quienes querían rendir el último homenaje a la sardina, extraño e inexplicable protagonista de este rito sin edad.
Por fin llegó a su destino el luctuosos cortejo, entre lágrimas fingidas por tan sensible pérdida y un cierto aire de fiesta popular que palió, en buena medida, lo desapacible del tiempo.


A Manuel Artero le tocó el honor de leer el testamento de la finada, pareciendo más que se iba de este mundo satisfecha antes que pesarosa, agradeciendo a los carnavaleros los esfuerzos de este año y conminando a todos los presentes a disfrutar las carnestolendas de 2014. Vestido de mosquetero, Artero prometió ser breve y cumplió su palabra, después de una espera algo prolongada.




En sus deseos para el año que viene. Artero vino a coincidir con Nicolás Castillo, presidente de las turbas carnavaleras del Reino de Almería, que anunció que para hoy lunes ya estaría trabajando en la preparación del Carnaval próximo.
El fuego prendió pronto en las enjutas carnes de la sardina desatando una negra humareda que olía a gasóleo y a barbacoa cutre y los asistentes tomaron pronto el camino de vuelta a una hora ya más propia de tapas y cañas que de entierros y exequias.


Antes de que los bomberos sofocaran las últimas llamaradas del túmulo, las miembras de la murga ‘El partido de las omaítas’ aprovechó lo concurrido del muelle para lanzar su proclama política, convencidas de tener la solución para todo.




Don Carnal se dejó atrás sus últimos compases, pasándole el turno a Doña Cuaresma, que llega en un momento propicio por ser esta época de tanta penitencia.





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