Con más o menos claridad van llegando a la opinión pública las condiciones impuestas por Podemos al señor Sánchez para darle su apoyo en una posible investidura y para formar un Gobierno que pudiera sacarnos del atolladero actual en que vivimos los españoles. Esas condiciones se han plasmado en un documento de 98 páginas que, seguramente, estará siendo sometido a un análisis crítico por parte del señor Sánchez y las personas de su partido elegidas para las negociaciones.
La propuesta es lo suficientemente compleja que difícilmente puede caber en los estrechos límites de un artículo de opinión. Contiene elementos políticos de primer orden que suponen un cambio drástico en el ordenamiento jurídico y constitucional actual. Lo más destacado sería la constitución de un Estado Plurinacional (de ahí la necesidad de un Ministerio específico, lógicamente en manos de Podemos), con la imposición de un referéndum en Cataluña que defina su relación con el resto de España. Obviamente, de ser aceptada esta condición es legítimo pensar que otras autonomías vendrían detrás con igual pretensión, especialmente el país vasco, para lo cual el PNV estará poniendo las necesarias condiciones al PSOE para su apoyo o abstención de ese partido en la sesión de investidura. Claro que también puede ser una maniobra de Podemos para retirar esta exigencia en el mes de mayo (no es errata) y mientras tanto estar jugando y humillando al señor Sánchez y al resto de españoles.
Ahora bien, el documento no sólo plantea cuestiones políticas sino también condiciones económicas, casi seguro, de imposible cumplimiento y que los operadores económicos entienden que contribuirían a empobrecer a nuestro país, haciéndonos incluso menos competitivos. De ahí el porqué de Las Cuentas del Gran Capitán. Utilizamos con gran frecuencia esta expresión, en el día a día, para referirnos de forma coloquial, y en sentido figurado, a las cuentas en donde figuran partidas disparatadas, hechas de un modo arbitrario y sin la debida justificación. Se basa en una supuesta o real confianza puesta en alguien y que después, al rendir cuentas, se encuentra con la sorpresa de que el costo resultante ha rebasado con creces lo que en un inicio se tenía estimado de manera aproximada. Este dicho tiene base histórica, cierta o no, y se ha convertido en un tópico cultural que refleja, de algún modo, el estereotipo que dibuja el carácter nacional español, especialmente en los tiempos que corren.
Para que le cuadren las cuentas, Podemos plantea un aumento del gasto público para los 4 próximos años, de 96.000 millones de euros, gasto básicamente social que, lógicamente vendría de una subida brutal de impuestos sufragada, fundamentalmente, no por los grandes capitales y las grandes empresas, siempre especialmente expertas en lograr exenciones o desviaciones, sino por las clases medias, trabajadores autónomos, profesionales liberales, funcionarios, etc. lo que conllevaría necesariamente a una desincentivación en el trabajo productivo. De no alcanzarse el objetivo de esos ingresos tendríamos aún más deficits porque los gastos sí que se producirían.
Esta posición de Podemos no es, en absoluto novedosa. Más o menos venían a decir esto en campaña electoral y, pese a ello, fueron votados por más de 5 millones de españoles, lo que sucede es que ahora están en condiciones de imponerlas al PSOE y ello es una tentación para mayor gloria del señor Sánchez en su pretensión de ser presidente del Gobierno de España.
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