Existe un espectáculo girando por España titulado ‘Las Minas, puerto flamenco’, que empezó a venderse con dos características. Una era aglutinar en un espectáculo a algunos ganadores del concurso de flamenco de cante de las Minas de La Unión y la otra era hacerlo girar por todos los puertos del país. Finalmente, y pese a que la gira es completísima, se está haciendo en lugares que nada tienen que ver con la costa. Por ejemplo, en estos días se representará en el Teatro Real de Madrid… Pero lo curioso es que en su elenco artístico se mezclan artistas ganadores del concurso con los que no lo son. Seguramente por eso, en las notas de prensa que se difunden sobre este espectáculo, no se relacionan los artistas que participan. Ellos no son lo importante, sino el espectáculo…. Y al final, si quieres indagar sobre eso, cuesta mucho trabajo encontrar información.
Lo del concurso de la Unión se ha convertido en una fenomenología digna de estudio. Se ha convertido en una marca que vende sola, que relega a los artistas a un segundo plano, aunque todo hay que decirlo, los artistas que adquieren su máximo galardón (la Lámpara Minera) adquieren de forma inmediata e inexcusable la categoría de profesional de este arte y su caché se sitúa al mismo nivel que los artistas que llenan teatros.
En base a esta premisa, los artistas aceptan casi cualquier condición, desde el extravagante ninguneo al estudio de los cantes levantinos de acuerdo con la historia y la categorización que allí se han inventado. Eso es, “si quieres el vellocino de oro de la fama, tienes que aprenderte nuestra doctrina, la que aquí defendemos, la que hemos creado…”. Y el círculo se cierra perfectamente porque una vez que el artista se hace con el título, está obligado a defender la doctrina aprendida porque de esta forma revalida constantemente su triunfo… En definitiva, consigue perpetuar la vigencia de su título…
Y de todo esto, los medios de comunicación no dicen nada. Ni siquiera puedo imaginar si se dan cuenta, porque hace ya mucho tiempo que el periodismo cultural está en sus horas más bajas. El 90% de las reseñas que leemos están escritas por los propios artistas o por su gente de confianza, y la prensa se ha hecho especialista en el Copy/Paste de lo que reciben en las redacciones.
El otro día asistí al espectáculo del Ballet Nacional en el Maestro Padilla y pude comprobar que de una lista enorme de acreditados, en la zona de prensa había cuatro personas conmigo y uno de ellos era el responsable de comunicación del Ayuntamiento. Al final los medios se limitarán a publicar el texto y las fotos que circularizará la empresa contratada, siempre generosas pero sin ningún tipo de especialización.
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