Cada día asisto más sorprendido a algunas respuestas de determinados sectores de la vecindad capitalina. No es precisamente Almería- con todos mis respetos- una ciudad que nade en la abundancia de convocatorias culturales, lúdicas y de recreo en relación a otras plazas, si bien es verdad que tampoco es de las más pobres en tal sentido. Sería injusto no reconocer la gestión y el esfuerzo que desarrollan instituciones públicas, entidades y colectivos privados en la ejecución de proyectos, programas y ciclos de carácter cultural, lúdicos y de entretenimiento. Una gestión que se traduce en una valiosa oferta que, con más o menos entusiasmo, encuentra una estimable aceptación y debería de contar con el apoyo ciudadano. Sin embargo, hay actitudes, pronunciamientos, posiciones y respuestas que no son de recibo. Me refiero al toque a arrebato y a la alerta desplegados por los vecinos de la Plaza de la Catedral ante el temor de que tal emplazamiento se convierta en escenario, digamos frecuente o habitual, de distintas manifestaciones y espectáculos culturales. La última edición de la feria del libro y la elección de este recoleto rincón almeriense como escenario –de lujo, en mi opinión- de las bodas de oro, el próximo mes de julio, del Festival de Flamenco, han chirriado las alarmas de la vecindad de la zona que no ha tardado en expresar su malestar con escrito de afectados incluido. ¡Con la Cultura hemos topado¡ barrunto en mi interior. No ha tiempos lejanos que la citada plaza presentábase cuan lugar silente y oscuro que en horas nocturnas espantaba el tránsito humano. La transformación urbana experimentada durante las últimas décadas ha devuelto al entorno el esplendor y la vitalidad que merece, habiéndose enriquecido con la celebración en su seno de diferentes actividades que en nada perturban la tranquila vida de sus vecinos. Cuestión distinta, común en los cascos históricos de numerosas ciudades, es la que ocupan la algarabía y el jaleo nocturnos que transgreden las normas de convivencia, pero ese es otro cantar. La paz vecinal y la Cultura no están reñidas y deben cohabitar en todos los rincones de la ciudad.
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