Creada como una iniciativa cultural en 2002 en París, La noche en blanco ha sido imitada con más o menos acierto desde entonces en diferentes capitales, europeas inicialmente.
Acercar la creación artística de vanguardia a los ciudadanos es, al parecer, uno de los objetivos acordados por las ciudades participantes. Lo que en un principio se concibió para propiciar el intercambio de experiencias y programas que contribuyeran a la promoción e internacionalización de los artistas locales ha derivado, en la mayoría de las ocasiones, en un esperpéntico maremágnum de marcas comerciales y chiringuitos varios sin el menor sentido del ridículo.
Batucadas, vehículos antiguos, moda, demostración de bachata o exhibición de aves rapaces son tan sólo algunas de las creaciones de rutilante vanguardia propuestas por el consistorio almeriense en un alarde de imaginación.
Ya está bien de confundir cultura con festejos, de denominar acto cultural a hacer unas migas en la plaza del pueblo o a una muestra de encaje de bolillos.
Las apuestas y ayudas a la creación contemporánea suelen ser nulas o escasas en todo el territorio nacional, y mucho menores si hablamos de artes plásticas.
Por suerte, ahora, algunos se han dado cuenta de la rentabilidad del turismo cultural, aunque éste sea mucho más exigente y precise de una potente inversión en recursos histórico-artísticos para su desarrollo. Da sus frutos el envite de Málaga por las franquicias culturales: Picasso, Pompidou, Thyssen, etc. aunque éste no entrañe prácticamente riesgo alguno, pues no deja de ser una especie de McDonald’s cultural, con una buenísima carne, eso sí.
No nos engañemos, la cultura no ha estado bien vista en este país y los creadores siempre han estado bajo sospecha; que si los de la ceja, que si los de… Al elaborar una programación cultural a veces parece pesar más la filiación ideológica del artista que su currículum.
Las referencias a la cultura en los programas electorales no dejan de ocupar un mínimo espacio al final del manual, mientras que son nulas en los debates electorales. Dejando al margen la necesidad imperiosa de rebajar el IVA cultural acercándolo al estándar europeo, es absolutamente necesario, como ocurre en Francia, un pacto de Estado por la cultura que la mantenga independiente de los vaivenes políticos.
Si Noches de blanco satén, Nights in White Satin, era la fórmula con la que Justin Hayward, del grupo The Moody Blues, hacía referencia a un amor no correspondido, no deja de sucedernos algo similar con La noche en blanco.
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