¿Quién no recuerda aquella serie televisiva que retrató a los de arriba y a los de abajo en la sociedad inglesa bajo la metáfora de una familia aristocrática servida por un montón de criados y cuyo enlace entre la servidumbre y la alta dirección lo ejercía un astuto y educado mayordomo? No tengo envidia, que conste, pero a veces se leen noticias que necesitan alguna explicación para entenderlas, Véase esta: “España, el país europeo donde más sube el número de ricos” Los políticos, sobre todo los de derecha, utilizan el argumento para cubrirse de gloria, pero es menester saber qué quieren decir. Desde 2OO8, informa un estudio, el número de millonarios españoles se ha ido incrementado un cincuenta por ciento. Se considera millonario a quel individuo que dispone de un patrimonio superior al millón de dólares. Claro, las altas fortunas no nacen en el aire. Sería tonto decir que sobre las mismas no inciden situaciones favorables, sin menospreciar, por supuesto, el talento y las cualidades organizativas de sus dueños. Ahora bien, ¿quién no ve el contraste entre pobres y ricos y, sobre todo, quien ante esta facilidad de hacer fortuna no tiene en cuenta el sufrimiento de las clases económicamente débiles? El Gobierno del PP tuvo especial cuidado en salvar ciertos bancos con dinero público. Decretó astutas amnistías para que aflorara la pasta que voló por encima de nuestras fronteras. Facilitó la contratación al empresario mediante el despido libre o casi. Con sueldos precarios bien podían los emprendedores aprovechar el empleo temporal. Dice el estudio anteriormente citado que “la desigualdad entre ricos y pobres se ha estirado como un chicle durante los peores años de la crisis” Nada tenemos contra los ricos. Ojalá hubiera más capitales capaces de crear empleo. Lo que ocurre es que si el empleador sólo se atreve cuando el gobierno de la derecha se lo pone a huevo, aquí no llegará jamás el cambio. Bien puede Rajoy repetir noche y día que somos la nación que más crece en Europa. Si, si, pero ¿quién crece? Los millonarios. Ponga usted en la misma balanza a los que no llegan a fin de mes, a los parados de larga duración y tendrá una España desigual de ricos y pobres, de gente reaccionaria que nunca quiere cambiar y de jóvenes esperanzados con el cambio.
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