Amo el mar, bañarme en él, sumergirme en él. Contemplarlo, oírlo, olerlo y saborearlo. Saltar, nadar, zambullirme y reírme con él. Soñar y navegar sobre él. “Somos agua y volveremos al agua”, dijo María José Parejo, directora del programa de RNE3 “El Bosque Habitado” en su último programa. Aún sabiendo que volveremos algún día a él, lo tratamos de manera mezquina y cruel.
El otro día tuve que volverme a casa sin poder seguir con este diálogo ancestral que aún intento conservar. El mar estaba lleno de plásticos de todos los tamaños. Al resto de los bañistas parecía que no le importaba bañarse y jugar con su familia y amistades en medio de la basura que, probablemente, ellos mismos habían generado o quizás no. ¿Qué clase de especie somos que nos bañamos en nuestra propia basura? La playa se va quedando más tranquila a medida que el sol se esconde; y la visión es desoladora: donde antes había grupos de humanos disfrutando del día de playa ahora hay kilos y kilos de basura. Mi amigo Juan D escribía en una de las populares redes sociales, tras su día de playeo, sobre una conversación de un chaval de no más de 20 años que había presenciado en las duchas: "No recojo en mi casa, no voy a recoger aquí". Y el chaval, desafiante, se va tan tranquilo a su casa dejando sus basuras ahí en la arena de la playa. En esos momentos me planteo: ¿qué clase de educación están recibiendo? ¿Es que no saben dónde va a parar su basura? ¿De dónde proceden los envases? ¿Cómo desaparece lo que ha dejado ahí? ¿Por arte de magia? ¿Viene el camión de la limpieza y se lo lleva todo y aquí no ha ocurrido nada? ¿Es que no ha visto cuando se bañaba que lo hacía entre basuras? Dice Ecologistas en Acción en su campaña “Azul oscuro, casi plástico” que “cada hora vertemos al mar más de 675.000 kilos de basura. De estos, entre el 60 y el 70% son plásticos, material que tarda hasta 500 años en degradarse por la acción del sol y el contacto con el oxígeno y que nunca llega a desparecer del todo”. Y a bordo del Diosa Maat, barco de Ecologistas en Acción, que va arribando en diferentes puertos este verano por nuestras costas con la campaña “azul oscuro casi plástico”, para concienciarnos de este problema que amenaza a todo los mares del mundo y en concreto al nuestro: al Mediterráneo. El mar, que es nuestro sustento, se convierte en un foco de contaminación que amenaza gravemente a los recursos. Lo que vemos flotando en el mar es tan sólo el 30% de la basura marina, el resto está en el fondo, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.
Y mientras unos se van a casa tan tranquilos, y no sé si siendo conscientes de dónde va a parar la basura que ahí nos deja, otros siguen la estela del barco de la Diosa Maat, símbolo de la Verdad, la Justicia y la Armonía y, como auténticos Quijotes, luchan contra la desidia y la impasibilidad de la mayoría de los seres humanos con los que convivimos, concienciándonos con juegos, charlas, cultura, etc. En la mano de la ciudadanía está atajar este grave problema. El plástico no desaparece, así que tenemos que empezar a consumir de forma responsable y sostenible, reduciendo y eliminando los envases tóxicos y gestionando los envases reutilizables en origen, aprovechando los residuos generados en recursos aprovechables. Gracias a todas las personas que, de manera anónima, recogen sin pedir nada a cambio las basuras que otros van dejando a su paso. Estos gestos son los que me hacen creer que el ser humano tiene esperanza, como tal, en este planeta y que podremos convivir con respeto con el resto de especies que habitan en él.
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