Hablar del tiempo: esa extraña moda

Jose Fernández
22:16 • 02 ago. 2016

Cuando llega el verano, se suele hablar de las profesiones a las que el calor añade un matiz de dolencia y padecimiento: el peón caminero, el churrero matinal, la cocinera del chiringuito playero… todas esas ocupaciones y alguna más que no añado, concitan cada agosto el interés de los medios de comunicación que insisten en convertir el clima en noticia. 
Y debe ser porque hace ya mucho tiempo que uno iba a clase, pero recuerdo que cuando antes, a los alevines de reportero se les enseñaba (cuando los periódicos se maquetaban a mano y con tipómetros) que la noticia no era el perro que mordía al viandante, sino justamente lo contrario. Debe ser por eso que me cuesta tanto trabajo comprender que se otorgue el rango de información destacada al hecho de que en Almería, en pleno mes de agosto y a las tres de la tarde, haga mucho calor. ¿Acaso esperaban otra cosa? La noticia, digo yo, sería que en ese mismo sitio, en esa misma fecha y a esa misma hora hiciera un frío de chaquetón, bufanda y carajillo de brandy. Pero la solemnización de la obviedad no se produce tan sólo en verano y con la relajación de exigencias que a veces producen los turnos vacacionales y la llegada de los redactores en prácticas, ahora conocidos como becarios. En invierno también asistimos al tradicional envío de reporteros a los puertos de montaña y estaciones de esquí para anunciar al mundo que hace frío. 
Y claro, uno sigue sin ver dónde está el pasmo o el desconcierto por el hecho de que en el Puerto de San Glorio, en pleno mes de febrero y a las seis de la mañana, haga un frío de cojones. Ahora que, pensándolo -y nunca mejor dicho- más fríamente, si la opción informativa son los movimientos y especulaciones de pactos e impactos postelectorales en busca de un Gobierno, pues casi que prefiero la obviedad climatológica. Se lleva mejor que lo otro.







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