Hace muchos meses responsables de la Universidad de Almería tuvieron la cortesía de recibirme y de escuchar mis propuestas para desarrollar eventos literarios. Una de las más osadas era una feria del libro en el propio campus. Coincidimos en los peligros: los estudiantes no eran compradores potenciales, no era fácil que el profesorado y los estudiantes fueran capaces de buscar un hueco en su trabajo diario y el campus está muy alejado de la ciudad para sumar un buen público. Aún así, me permitieron intentar un proyecto tan complicado.
Los libreros nos dieron el primer empujón: pese a la dificultad, querían hacer posible que existiera una nueva feria y han participado los tres agremiados. Trabajando en la programación con los autores que vendrían de fuera de Almería, nos centramos en tres ideas diferentes. Con Rosa Jové podríamos ofrecer el acto a los padres interesados y podríamos comenzar a trabajar con grados de Ciencias sociales y de la salud. Conseguimos la asistencia de público que teníamos prevista. Cercana al centenar de personas. Con J. M. Mulet aspirábamos a tener a un autor de un gran éxito comercial y poder llegar a los estudiantes de Ciencias y así fue. Nos acercamos a las cincuenta personas y más de la mitad fueron estudiantes. Por último, el acto de El Roto era algo diferente. Un fin de fiesta más dirigido a los almerienses. También esperábamos una asistencia cercana a las cincuenta personas y cumplimos la expectativa. Es decir, en los tres actos en los que más trabajamos, llegamos a los objetivos que se buscaron. Hubiéramos querido más, claro que sí.
Transcurridos los primeros cuatro actos, que pertenecían a cuatro autores de Almería, apareció publicado el texto Repensar la Feria del Libro de la UAL, sobre el que me apetece comentar dos ideas y el tono general del mismo. Señala el mal trabajo de difusión y la poca implicación de los profesores y los alumnos de la universidad, dejando un gusto muy amargo en su evaluación. Efectivamente, estos primeros cuatro actos no consiguieron esa decena de personas que esperaba y que hubieran permitido una apariencia más natural. La difusión siempre es muy complicada y los implicados nos esforzamos con todas las herramientas que disponemos. Cuando trabajo en El Ejido, por insistente, el ayuntamiento me pide que me relaje con una máxima que no parece simplemente graciosa: quien no se entera, es porque no quiere. Fuera de la broma, siempre se puede hacer mejor. En un primer proyecto con la universidad, seguramente conseguí coordinarla de manera menos eficiente que en otros proyectos donde controlo, por experiencias pasadas, cómo funcionan todos sus recursos.
Implicación
En cuanto a la implicación del profesorado y los estudiantes, cumplimos con los modestos objetivos que nos habíamos marcado en los tres actos principales. En los primeros cuatro actos criticados, posiblemente no asistieron más estudiantes porque realmente no hubo un esfuerzo para que sucediera. Es decir, confié en que el entorno del autor nos regalara ese pequeño aforo esperado. No quita que sea obvio que esos primeros actos debieron de conseguir un mínimo de una decena de asistentes y o fue culpa de la difusión que coordiné, o fue mala idea incluirlos en este proyecto por la lejanía del campus. Los que queremos que una parte del mundo sea posible nos debemos de responsabilizar que sea así. Culpar a un contexto al que no has conseguido convencer o enamorar, es reconocer que eres incapaz de hacer que ese proyecto tenga sentido. Lo que me entristece es que quede mal sabor por el riesgo de sumar pequeños actos donde existen dudas sobre la asistencia de público. ¿Cuál será el resultado?¿No realizar estos actos?
La cultura en Almería es pequeña y frágil cuando existe. Poner la lupa en parte de estos proyectos puede provocar sentirnos como el cuento del emperador y su traje nuevo. Les reconozco, si es necesario, que a los actos literarios asisten muy pocas personas. Cuando disfrutamos de excepciones y tenemos escritores que consiguen cincuenta o cien personas, verán como los gestores, los libreros y los lectores son muy felices por haber asistido a un momento mágico.
La literatura y los libros son así. No somos triunfadores. Que aún así ayuntamientos como el de Almería o El Ejido me permitan colaborar con ellos para que estos proyectos existan, me lleva a agradecerles su esfuerzo. Que la universidad apostara por un proyecto tan atrevido, me muestra su valentía.
Manuel García Iborra es coordinador de la Feria del Libro de la UAL.
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