No es precisamente la elegía hexamétrica la virtud intelectual que adorna el respeto y decoro de nuestros parlamentarios ante la presencia de la muerte que, como decía Jorge Manrique, a todos nos iguala cuando nuestro río (la vida) va a dar la mar (la muerte). La certeza de la vida no reside en el azaroso destino de los éxitos y fracasos que jalonan nuestra existencia; la certeza universal del vital recorrido es la muerte; y el único equipaje que nos podemos llevar del tránsito es el juicio que de él se nos haga, esperando el máximo respeto y generosa misericordia ante los errores cometidos.
La muerte nos despoja de defensa, respuesta y reposición de cualquier mancilla de la que es imposible resarcirse. Pero es de elevada cobardía aprovechar la inerme capacidad de respuesta para acrecentar la sospecha y, de carroñero oportunismo, abonar la culpabilidad -jamás dirimida en justicia- para justificar y escenificar los sentimientos más rastreros y miserables que se pueden esperar de desalmados con falsarias pretensiones de justicia universal y “gobierno de la gente”. No se puede pretender gobernar a la gente con actuaciones de gentuza. Y, ante la presencia de la suprema e inevitable verdad, es cuando aparecen las pasiones; incluso las más bajas y abyectas que siempre afloran en el caudillaje de dictadorzuelos ególatras.
Rita Barberá no ha muerto en vano. Ha logrado evidenciar en pocas horas lo que requeriría semanas y meses de interpretación sobre la traición y el egoísmo de algunos de los suyos (Partido Popular), y la inhumana bajeza de sus detractores y perseguidores (Podemos e Izquierda Unida y algunos medios de comunicación). Pero sería muy injusto generalizar al mencionar a Izquierda Unida, lugar común para personas de demostrada generosidad democrática, y respetuosas con valores solidarios ante la adversidad. Por tanto, es más justo señalar a Alberto Garzón y sus conmilitones en la pérfida hazaña del escarnio. Tampoco es justo englobar a todos los miembros de Podemos, es más ajustado hacerlo con Pablo Iglesias y su gregaria comitiva que repta hacia la ignominia.
La búsqueda de la perfección en la llamada “regeneración democrática” ha conducido al exceso y la injusticia. Rita fue moneda de cambio de Ciudadanos para empezar a hablar de pacto con el Partido Popular por aquello de las “líneas rojas” de la citada regeneración. El PP no tuvo nunca problema en deshacerse de la “Alcaldesa de España…” y, así, Ciudadanos vería satisfecha su antropofagia de corruptos, aunque se tratase de presuntos a falta -como es preceptivo en nuestro Estado de Derecho- de justa sentencia condenatoria o absolutoria. Pero no, aquí sentencian y condenan las televisiones podemitas y los partidos estupendos.
Acabo de hablar con un “yayoflauta” que la semana pasada despidió en sepelio a un compañero, como él, jubilado. Digo yayo-flauta porque él mismo así se jactaba en llamarse al votar a UnidosPodemos “para que se jodan los que tienen a mi hijo en el paro y a mis nietos en futuro más que negro”. Evidentemente, este veterano inquieto y contestatario juró por lo quede de vida no volver a errar al comprobar la bajeza moral y rastrera de los que en un mal día confió su voto. Además, me dijo que, aun no siendo creyente, le salió de sus adentros santiguarse ante el féretro por ese respeto que jamás se le puede negar a la memoria y el dolor por la pérdida.
Ya sabemos lo que se puede esperar de gestos tan ruines y miserables. Estos comportamientos no pueden ser salvoconducto para los que justifican su lucha por la justicia social mediante la exhibición de un odio que les impulsa hasta clavar la ofensa en la vida y sembrar la mancilla en la muerte. El gobierno de la gente no lo rigen alimañas. Hasta los perros “lloran” la muerte de sus cuidadores, y los elefantes respetan sus cementerios.
Jamás salió tan barata una traición; y tan rentable un linchamiento: ¡Mil euros! Sólo mil euros.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/118649/mil-euros-solo-mil-euros