Viejas cuestiones nuevas

Kayros
01:00 • 01 dic. 2016

En la  Égloga  IV  de su libro Las Geórgicas, el poeta Virgilio aparece como si hubiera recobrado  el  don  de profecía   augurando  que ha de venir una edad de oro. Signo claro de que se  acercaba   un  cambio de ciclo es la paz para todos  los humanos,  metaforizado  por el lobo que podrá convivir con el cordero y el hombre con su  adversario .  Algunos  historiadores cristianos  llegaron a decir que  esta edad de oro   preanunciada no  era más que  la cercanía  del  Hijo de Dios, que nacería en Belén en una noche  memorable. Los que  interpretan  el tiempo desasistidos  de la fe  afirman  que  edad  de oro  exactamente  no   la hubo nunca, ni antes  ni después. El imperio romano se hundió por  razones naturales  y el cristianismo tuvo sus dificultades para imponerse sociológicamente.  Recordemos  que nada más nacer el Hijo de María ya tuvo que exiliarse para  ponerse a  salvo de las apetencias  criminales de Herodes. Es preferible , por tanto,  abandonar la erudición   y  no hablar de   momento  de  Edad de Oro. Traigo estas dos citas para   enmarcar mejor  el   alejamiento  laico que ahora rodea a la  Navidad, pese  al inmenso ruido colorista y alegre  que estas  fiestas  suponen  en todo el mundo. Un síntoma claro  es la  desaparición del villancico. No hace muchos años, las calles  de las  ciudades  se iluminaban al tiempo que una música  de corte  popular y costumbrista  ilustraba  los diversos pasajes evangélicos. Parece  haberse  perdido  la ingenuidad  que mantenía letras como  la que sigue: “ La Virgen lava pañales/ y los tiende en un romero/ y los pajaritos cantan/ y el agua se  va riendo”. Hoy la humanidad  es algo más complicada que todo eso. En buena parte la  esperanza  popular  parece haberse trasladado a la lotería, es decir  al dinero  cada vez más difícil de compartir a pesar  de las sofisticadas campañas. Más graves  son las relaciones  entre los pueblos.   Es probable que siguiendo la costumbre conciliadora de otros años   en algunos países  en guerra,  los combatientes  declaren alguna tregua en honor de  esa paz  de la   cual  hablaron los ángeles, pero tan insignificante  que apenas   se ha de notar en los medios informativos. ¿Qué  decir de los refugiados que peregrinan  sin  saber a qué puerta quedarse? ¿Les diremos que el premio   es compartirlo? Ni el más  inocente y crédulo  va  a   tragarse que estamos a las puertas de la edad de oro  entrevista  por Virgilio.  Muchos menos  en la era  de paz a los hombres de buena voluntad  que comenzó  hace dos mil años.







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