Tentar a la tormentosa suerte

La de hoy es una de esas mañanas en las que la efervescencia de lo impreso por las rotativas tiene las horas más contadas y cantadas que nunca. Bastará con que se escuche el revuelo del Premio Gordo de la Lotería para que todo lo que un buen número de esforzados profesionales ha estado escribiendo durante las últimas horas pase a ser papel mojado por el champán tibio de la celebración y el alborozo de los nuevos e inesperados millonarios. Pero como ya saben que esta columna tiene una indeclinable vocación de servicio público, les comento que no deben sentirse especialmente desafortunados si hoy no son ustedes los protagonistas de esas imágenes (digamos que “entrañables”, por no entrar en una analítica más ácida) de espumoso tibio rebosando en vasos de plástico y personas sonrientes que enseñan a cámara el décimo premiado. Como bien decían ayer desde el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), de que toque El Gordo existe una probabilidad de una entre 100.000, porque hay 100.000 números diferentes y, por tanto, 999.999 de que no te toque. ¿Se han dado cuenta? Es cierto que la Probabilidad determina cuantitativamente la posibilidad de que un suceso o experimento produzca un determinado resultado, pero también es cierto que por eso nos hicimos de letras, coño, porque los matemáticos te cortan de raíz cuadrada cualquier ilusión. Ya puestos, uno prefiere –por más visuales- las estadísticas comparativas sobre las posibilidades de ser agraciado en la Lotería de Navidad y las de recibir un rayo en mitad de la campiña. Sí, ya sé que ambas son igual de raras y que no es fácil que nos pase una de las dos cosas. Pero que vayan hoy a Laujar o a Roquetas de Mar a hablar de suerte, de estadísticas o de cálculo probabilístico, que ya verán qué risa. Por cierto: el año pasado estuve en Laujar y compré de la Lotería que luego no tocó. Habría hecho mejor en salir a un viñedo, mirar al cielo y tentar a la tormentosa suerte, porque al final, quien gana siempre es Hacienda.