Rafael Gadea, genial intuición

Miguel Ángel Blanco
01:00 • 11 ene. 2017

Un pintor al margen del sistema y siempre a su manera.. Intuitivo, irónico, observador, ingenuo, libre y feliz. Rafael Gadea (Barcelona, 1953-Almería 2017) se ha ido pero permanece su obra pictórica y la esencia de una personalidad inolvidable. Y en estas circunstancias, están sus palabras: “Doy lo ganado por lo servido” (1994).
Rafael Gadea se ha ido de forma inesperada y ha dejado una atmósfera de dolor en el ámbito cultural almeriense. Y ahora llega, pues, el momento de construir la síntesis de una identidad singular, por la que es difícil establecer reglas en su trayectoria. Nacido en Barcelona, de madre almeriense, sus primeros pasos por la pintura los da en una escuela de Lieja (Bélgica) adonde emigró su padre, a las minas de carbón. Almería era el lugar de vacaciones y aquí se establece definitivamente la familia en 1969. Su trayectoria Naif se forja como aprendiz de distintos oficios: albañil, carpintero, guarda nocturno, restaurador. Estudia grabado en la Escuela de Artes (“El grabado es como un juego de adivina adivinanza”, 2004). Y desde esos lugares, observa la vida, la realidad. “Intento dar un toque de alegría al trasfondo de tristeza de la realidad” (1998), aparentemente en silencio, que le obliga a dibujar y pintar, en un entorno que lo acoge, lo acepta, lo respeta y llega a admirarlo en secreto. Gadea es Gadea, y punto. 
El pintor se mueve en su vida creativa con una genial intuición e imaginación. Sus palabras están en su mirada, en su actitud a veces sarcástica sobre los personajes y el mundo que refleja en sus lienzos. Y ahí transmite, con sorprendentes títulos de sus cuadros (“Ventanas mirando hacia no se sabe dónde”, 1994; “El silencio de los caracoles”, 2005) un discurso literario, en historias que emergen en su obra de forma auténtica, uniendo Pintura y Literatura. 
Ironía y humor van de la mano, con una firmeza, que construye la visión ideológica de su pintura. “Mi obra es fruto de una decisión personal” (1998). Se explica, desde esta actitud, no sólo la importancia clave de su genial intuición, sino la condición de autor solitario y libre. A la par, pintor y personaje, fuerte y débil, con un sentido también de la plasmación poética de sus imágenes frente al mundo. “Huyo de esta desgraciada realidad” (2003). Con el tiempo se sumerge más a fondo en el mundo que le rodea, sin perder su identidad, pero consciente de lo que sucede en torno a su obra. “Me siento observado” (2003). 
Con su pintura, Gadea exprime el lado amable de la vida, aporta en ocasiones una visión geométrica, que le conduce a la frontera de la abstracción. “Soy un observador, Si no observo, no creo. Dedico más tiempo a pensar que a pintar” (2005). Imaginación e intimidad proyectan una personalidad basada en la inocencia, que se mantiene en silencio. “Todo es imaginación”. Me siento yo en mis cuadros” (2005).
El pintor se ha ido sin grandes discursos teóricos, que no hacen falta. “No hay razones para mi pintura. La pintura me sale así, del alma”. Al final Rafael Gadea se ha ido sin apenas despedirse, mirada directa y sensible en sus últimos momentos para quienes han estado junto a él. Ahí queda recopilada una identidad tal cual, honesta, que ha pasado por la vida, como él decía muchas veces, echándole imaginación. Sin perder nunca las razones de la felicidad y el gusto por la contemplación de las estrellas desde su estudio. Ya está en medio de ellas, como él quería. Y ahora es él quien nos observa completamente libre.


 







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