Sobre La narrativa de Agustín Gómez-Arcos (y II)

José Heras Sánchez
22:22 • 24 ene. 2017

Pese a su extrema timidez, el propio Agustín Gómez-Arcos expresaba en noviembre de 1997 en su segunda y última visita a Almería la sorprendente riqueza cultural que le aportaba comunicar a sus lectores francoparlantes recuerdos y hechos, por supuesto ficcionalizados, sucedidos en España. Porque tanto el espacio narrativo como la historia narrada en la mayoría de sus novelas están localizadas en España y muchas de ellas en Almería. 
De las numerosas conversaciones que mantuve con Agustín, con respecto a su personalidad humana y literaria destaco tres aspectos que lo definen como persona y como escritor: uno, que nunca renegó de sus orígenes a pesar de las razones que motivaron su autoexilio. De hecho rechazó en repetidas ocasiones la invitación a aceptar la nacionalidad francesa. En segundo lugar, que procuró que su ideología anarquista y republicana no impregnara de odio la opinión expresada sobre su país, ni su obra ni su vida por más que nunca volvió a España hasta la muerte de Franco. Y, tercero, que nunca exhibió su antifranquismo como tarjeta de visita para medrar como hicieron tantos otros escritores españoles contemporáneos.
El convirtió estos tres principios vitales en leit-motiv y en presupuestos teóricos que presidieron la escritura de toda su obra no solo narrativa en francés sino también dramática en español o en francés.
Siempre él agradeció al país vecino haberle ofrecido no solo la posibilidad de poder escribir con la libertad, que la dictadura en su país le había negado, sino también la inmensa riqueza cultural que encierra el idioma galo. En agradecido reconocimiento, nuestro escritor reafirma en toda su obra los valores de libertad, igualdad y fraternidad que hicieron del país vecino modelo de respeto a la diversidad cultural y lingüística. Agustín siempre exaltó esos valores universalistas de la cultura francesa contribuyendo notablemente con su obra a la aproximación entre las culturas francófona e hispánica. Se puede afirmar que la narrativa gomezarquiana ha logrado una perfecta simbiosis entre ellas. Estaba también muy agradecido porque el dominio de esta lengua y la cultura que encierra lo reafirmó en el carácter universal de la obra literaria y le ofreció la ocasión de ser traducido a otras lenguas, en particular al inglés.
Todas estas consideraciones constituyen el substrato teórico y el objeto de estudio del libro, que presentamos, que consta de ocho capítulos. Los dos primeros están dedicados a la Introducción, uno; y a la vida y obra literaria de Agustín, el segundo.
Los cuatro siguientes se ocupan de la tetralogía de novelas analizadas: L’agneau carnivore (El cordero carnívoro), Bestiere (Bestiario), L’ange de chair (El ángel carnal) y Feu grand-père (El abuelo muerto). 
Y el séptimo y octavo estudian la interculturalidad y la memoria como ejes constitutivos de la narrativa gomezarquiana, el séptimo; y el octavo recoge valiosos documentos emitidos por la censura franquista prohibiendo la representación de sus obras dramáticas escritas en español antes de su autoexilio.
Concluye el libro con un capítulo –noveno y último-, que ofrece una relación de las obras escritas por nuestro autor y una recopilación bibliográfica de estudios críticos sobre el autor. Concluye con unas interesantes entrevistas realizadas al escritor enixero de una de las cuales se ofrecerá un fragmento al final de este acto.


Las novelas Con respecto a las cuatro novelas analizadas, su estudio presenta una estructura similar destacando en cada una de ellas los elementos más sobresalientes desde la perspectiva de la interculturalidad y la memoria fundamentalmente.
En El cordero carnívoro, el más interesante, el estudio se centra en la memoria y en el tiempo subjetivo.
En El bestiario destaca el análisis dedicado a dos temas en especial: los espacios de endogamia frente a los de interculturalidad, primero, y a lo que el autor denomina elementos de un proyecto monocultural, apartado en el que estudia el incesto y la religión.
Dedica, igualmente, una atención especial a los signos de interculturalidad destacando la cultura de origen del escritor, la intertextualidad y, por último, el bilingüismo.
En el tercero, El ángel de carne, dirige su atención a un elemento también recurrente en la producción literaria gomezarquiana, el mito, enfatizando su presencia en las dos lenguas utilizadas por Agustín: el español de origen y el francés de adopción.
En El abuelo muerto, cuarta y última, profundiza en el tema central de la interculturalidad desde la perspectiva de tres generaciones brindando especial atención a la ideología de izquierdas y a la memoria intercultural. Esta novela fue concluida en 1997, el año anterior a su muerte, y hasta hoy permanece inédita. 
Por último, referido a los apéndices, son especialmente ilustrativos para comprender el autoexilio de Agustín los documentos en los que el Director General de Cinematografía y Teatro le comunica la decisión de la Censura de prohibir la representación de sus obras Verano y Balada matrimonial. 
Concluye el libro reproduciendo la carta que Agustín dirigió al Ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne comunicándole que debido a la imposibilidad de representar sus obras había decidido marcharse de España. Es particularmente importante por el interés que encierra este documento para la historia de la censura.
Es muy de agradecer que la editorial española Cabaret Voltaire haya tomado la sabia y justa decisión -para el autor, para nuestra provincia y para la cultura universal- de traducir las novelas de nuestro más brillante novelista, que podemos encontrar en las librerías de nuestra ciudad.







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