Muros,entierros y memoria

Al que fuera Alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, le llamaban con admiración “Viejo Profesor” sus numerosos amigos y “Víbora con cataratas”, su no menos nutrido grupo de enemigos. Guardo de él un recuerdo personal (aunque interpuesto) porque el día de su entierro se decidió que no iba a haber clase (así de bien funcionaban ya las cosas en la Complutense) y ello me permitió ir a la Plaza de la Villa y colarme como alevín de reportero entre los medios que cubrían el sepelio. Recuerdo que al ver salir aquel carruaje fúnebre tan vampírico, rodeado de ujieres de librea y tirado por caballos negros, algunos periodistas recordaron los famosos pregones de Carnaval que escribía el finado, aunque yo no pude evitar recordar aquella frase suya de que los programas electorales estaban hechos para ser incumplidos. Menudo cortejo y menudo cínico. Lo que vengo a decir es que no acabo de entender la indignación y la sorpresa al ver que el recién elegido y globalmente detestado presidente Donald Trump se está dedicando, precisamente, a cumplir el programa con el que se presentó y ganó las elecciones. Para una vez que llaga un tío y hace lo que dice que va a hacer, nos ponemos todos estupendos. Y digo más. ¿Cómo es posible que el muro que anunció Trump entre USA y México cause más indignación que el muro que los propios mejicanos levantaron en su frontera con Honduras para evitar el cruce de inmigrantes ilegales y narcotraficantes? En este sentido cabe recordar también que muchos de los españoles que ahora se duelen y ponen el grito en el cielo por esa barrera, no dijeron ni pío cuando el entonces presidente Zapatero invirtió 8,7 millones de euros en coronar de cuchillas afiladas las vallas de los perímetros fronterizos entre España y Marruecos en las ciudades de Ceuta y Melilla. Del Muro de Berlín ya hablamos otro día. Está visto que por mucho que queramos enterrar la memoria, los hechos siguen ahí, tozudamente vivos.