Hace unas semanas era la barriada de La Cañada la que denunciaba los robos que estaba sufriendo en casas y establecimientos. Tras cada aportación vecinal aparece una información en la que se asegura que ha bajado la delincuencia. Y no digo que las estadísticas no sean correctas, pero no parece que se acerquen a lo que siente los protagonistas. Lo de Chirivel tiene que ser bastante más grave cuando los vecinos han decidido poner en marcha patrullas para intentar cuidarse entre ellos. El número de guardias civiles, según se dice, ha sido rebajado en la mayoría de los pueblos de Almería. Lo único que aumenta en este país es el número de políticos. ¡Más políticos, menos guardias civiles, más políticos, menos médicos y enfermeros, más políticos, menos maestros y profesores! ¡Vaya juerga! Cada día la seguridad y los servicios están más lejos del ciudadano, y si es en los pequeños pueblos, para qué hablar. En el tema de la sanidad la gente se está cansando y ha empezado a tomar la calle, las plazas y los altavoces. La historia vecinal comenzó en Granada, y la esperanza de esa gente está siendo seguida en otras provincias del sur, entre ellas la nuestra. Hora era. No entiende Gracia Fernández que se salga a la calle, ahora, que según ella, se están recuperando derechos. Es increíble ver una manifestación por las calles sin banderas de partidos y sindicatos, y es lo que está ocurriendo. ¿Podrán manipular el movimiento? Por lo menos lo intentarán.
Más grave es cuando los vecinos, hasta la coronilla de robos y atropellos, toman la decisión de ser ellos los que defiendan lo que otros no hacen, y en Chirivel crean patrullas contra robos y atracos. Y con las patrullas aparecen las escopetas de caza y las rabias ante el desamparo y la soledad en que se vive en estos pueblos. Sigan señores políticos por ese camino, que van bien. Luego se quejan, como hace doña Gracia Fernández cuando los ciudadanos, hasta la coronilla de ustedes y de sus tropelías deciden tomar las calles, y algunos, y lo que es peor, las escopetas para defender a sus familias y a sus haciendas.
Los pueblos del interior de Almería están abandonados, sin seguridad, sin servicios. Tienen médico un par de horas al día, guardia civil cuando asoma la patrulla, algunos días ni aparece. Algo tienen que hacer, no creen.
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