Duelo a muerte en Vista Alegre

Si Pablo e Íñigo hubieran hablado más y se hubiesen mensajeado menos, a lo mejor no estábamos asistiendo a un divorcio congresual

Jose Fernández
01:00 • 12 feb. 2017

La profesora Sherry Turkle, que lleva treinta años en el Instituto Tecnológico de Massachusetts dedicada a investigar las relaciones entre el hombre y la tecnología, afirma que los guasaps, los mensajes de voz, los comentarios de Facebook, los chat y los tuiters (es decir, todo eso a lo que usted y yo dedicamos buena parte del día) no pueden ser considerados en modo alguno como una conversación. Las redes sociales, ese invento del maligno, nos han cambiado la vida porque han orillado el recurso que nos bajó de la rama y nos irguió como seres pensantes: la conversación cara a cara. Paradójicamente, cuanto más conectados estamos, menos conversamos los unos con los otros. Y eso, mucho me temo que nos va a acabar subiendo otra vez a la rama, en donde seremos los primeros primates con pulgar interactivo y pantalla de cristal templado. Aquí puede estar la clave del espectáculo que hoy se escenifica en el congreso podemita de Vista Alegre, donde los únicos que van a mirar con cierta alegría son el resto de los diferentes partidos. Tanto tuit, tanto mensajito, tantas redes sociales y tanto ciberpostureo ha acabado fragmentando y dividiendo a este partido de novedades con el mismo patrón de corte de los partidos de antaño. Quizás si Pablo e Iñigo, si Iñigo y Pablo hubieran hablado más y se hubiesen mensajeado menos, a lo mejor no estábamos asistiendo hoy a un divorcio congresual que va a servir para ver quién se queda en la casa, quién se lleva el perro y quién conserva los amigos. Y no deja de tener gracia que los mismos que llegaron vendiendo la burra de que las ideas eran antes que las personas, los sillones y los cargos vayan a resolver sus diferencias por el viejo método de la balasera política que reparte los cargos y los sillones. Nada nuevo, por tanto, bajo el sol. De nuevo, otro duelo a muerte en el corral de la Pacheca en que ha acabado convirtiéndose el sobrevalorado partido que quiso cabalgar la copla del descontento colectivo sobre una jaca desbocada que movía crines y coletas al viento, pero que en realidad no era más que un tigre de papel. 


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