De cunetas y altares

Antonio Jesús García
01:00 • 30 mar. 2017

Recientemente diferentes autoridades provinciales asistieron a la ceremonia de Beatificación de los Mártires de Almería en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Aguadulce. Aparentemente no parece haber diferencia entre los altares de la Memoria y los de la Beatificación, dedicándose unos y otros a poner cadáveres sobre la mesa. 
La gran diferencia estriba en que mientras unos son elevados a los cielos, los otros permanecen en las cunetas. Parece haber un empeño permanente en no dejar pasar oportunidad de recordar quién ganó la guerra, en diferenciar claramente quiénes son sus muertos y quiénes no. 
Cuando se dice eso de dejar a los muertos en paz y lo de no reabrir heridas se sigue sin querer reconocer que hay muertos que no descansan y heridas que nunca se cerraron. 
Para desenterrar a familiares de las cunetas no debería ser necesaria ninguna Ley de Memoria Histórica, sino una obligación del Estado de responder y resarcir de esas desapariciones. Todo ello con la dignidad y respeto que merecen las víctimas y sus familiares. Y además, si es posible, todo alejado de la habitual parafernalia de cámaras y micrófonos. Es cierto que en las cunetas o en las tapias de los cementerios estaban todos y que cada uno es libre de colgar en su habitación los pósters de su grupo favorito. A fin de cuentas sólo se trata de personas, de mortales de carne y hueso, envueltas en un vendaval de odios y rencores. A menos que creamos que todo está bien como está, enterrar a los muertos con dignidad no es desenterrar odios, pues, mientras unos se encuentran perfectamente localizados y con sus nombres inscritos en los muros de las iglesias, los otros no se sabe dónde están. 
Por eso resulta inviable esa equidistancia que para algunos consiste en dejar en un limbo los restos de los represaliados enterrados en las cunetas o directamente desaparecidos y que sus familiares sigan sin saber dónde se encuentran. 
Curiosamente, no hace mucho, ese mismo Ayuntamiento se negó a facilitar hospedaje a un grupo de senderistas que conmemoraban La Desbandá, aquella salvaje matanza indiscriminada de población civil por parte del ejército fascista. 
Indigna que con dinero público se realicen estas claras diferencias, que unos muertos se ignoren y otros se beatifiquen. Un bello gesto sería que este Ayuntamiento programase la exhibición de la exposición La huella solidaria. El legado del doctor Bethune, producida por el Centro Andaluz de la Fotografía, con el fin de descubrir la trayectoria de este singular médico y sus acciones humanitarias.







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