Hablando de procesiones

En 1952 yo vivía en Albox y tenía 15 años. Me gustaban mucho las procesiones y lamentaba que no hubiera más. Había 4 cofradías y me hice de los morados que era la del Señor. Fui a que me dejaran una túnica y me dijeron que no, por lo que me quedé muy triste. Sin embargo a la hora de salir la procesión me tocó ir con el trono del Nazareno, encargado de cambiar el interruptor cada vez que mis compañeros Domingo Teruel y Antonio Navarrete conectaban su cable de 100 metros en el enchufe que Eduardo Casanova había colocado en la pared. Cada penitente iba con un farol encendido y el trono con varios. Las calles de Albox eran una fuente inmensa de luz blanca.
Los tronos eran llevados por anderos, cada uno con una horquilla para descansar. Aquellos hombres habían llegado de diversos lugares de España, porque eran oriundos de Albox y no podían perder su cita anual. No cobraban nada y actuaban con el mayor orgullo y satisfacción. Pertenecían a todas las capas sociales: carpinteros, agricultores, médicos, ingenieros; llevando los tronos eran todos iguales y se miraban con el mayor compañerismo. Algunas calles del itinerario eran estrechas y había que ir despacio y con sumo cuidado.
Ha pasado mucho tiempo, veo que en Murcia y Cartagena siguen actuando como anderos en cambio en Sevilla son costaleros. La mayoría de las calles son grandes avenidas y el número de anderos puede aumentar. Veo en Málaga a 140 hombres uniformados llevando un trono muy pesado. No importa, porque son muchos. Son testigos de lo que sucede a su alrededor, trabajan pero van disfrutando. Veo en Carboneras a 60 mujeres uniformadas, actuando de anderas con la mayor alegría, se dan cuenta de todo y apenas sufren.
Luego veo tronos llevados por costaleros que no ven nada, en número limitado porque no caben más, con un capataz que les habla por los lados. Siento pena de ellos. Mención especial merecen las bandas de música, fácilmente me emociono oyéndolas y me hacen sentir como si otra vez tuviera 15 años.