Las caras de Podemos en Almería

Para Iglesias, Almería es un punto fallido en el mapa de sus conquistas, nada más. Ni le importa, ni le ocupa, ni le preocupa. La única y última vez que se interes&oacu

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 30 abr. 2017

Lo reconozco. Después de tres años publicando noticias de su activismo político, soy incapaz de poner rostro a la dirección de Podemos en Almería. Después del paso efímero de Antonio Heras por la coordinación provincial y de la presencia casi llena de levedad de Lucía Ayala en el Parlamento andaluz no alcanzo a ir más allá. Sin duda es culpa mía.
Pero alguna culpa tendrá en esa culpa la circunstancia sostenida en el tiempo de que aquel movimiento de renovación que pretendía tener en las calles su escenario y en la gente sus actores, haya acabado percibiéndose como un relato político escrito desde Madrid y en el que los representantes de provincias solo tienen autonomía para subir o bajar el telón durante las representaciones electorales o para aplaudir desde la última fila del patio de butacas la actuación del único protagonista de la obra.
Almería nunca ha contado nada en las decisiones adoptadas por las direcciones nacionales de PP o de PSOE (para quien lo dude, ahí está el último episodio del AVE), pero desde Génova o Ferraz siempre se tuvo la delicadeza- es un sarcasmo- de no incluir a más de un candidato cunero en sus listas electorales. 
Los populares lo hicieron con Manuel Arqueros (que, aunque de Dalías, solo venía de visita) o Rafael Hernando (aunque él, alcarreño de Guadalajara, sí se ha trabajado la condición de almeriense; otra cosa son los resultados que no han llegado pero que, asegura, llegarán. Ya veremos). 
En la otra acera, los socialistas impusieron a Juan de Dios Ramírez Heredia, (un candidato juncal al que había que sacar de Barcelona y colocarlo en puesto fijo) y a Cristina Narbona (a la que habría que nombrar hija predilecta por su campaña a favor de que las aguas sobrantes del Ebro desembocaran en el mar de Tarragona y no en los fértiles invernaderos de Almería).
Podemos iba a ser otra cosa. Y vaya si lo ha sido. En las primeras elecciones a la que se presentó, las del 20 D, eligió para encabezar la candidatura a un sevillano que, por no saber, no supo, hasta cinco meses después de su inauguración, que la autovía entre Almería y Málaga estaba abierta. Su extemporánea reivindicación de que se terminaran las obras sólo fue superada por la obscenidad de su desconocimiento de la provincia a la que decía representar y por la que cobraba.
Claro que, como todo puede empeorar, seis meses más tarde y después del éxito obtenido, a Pablo Iglesias se le ocurrió la estratégica idea de mandar a un general que tenía tanto aprecio a la Legión que, durante los cuatro años que estuvo al frente del Estado Mayor del Ejército, nunca se le ocurrió visitar la principal base de esta unidad en todo el territorio nacional.
El líder de Podemos desplegó un mapa en su cuartel general y decidió que el general no estaba para más batallas y era merecedor de un destino en tierra conquistada. 
Si en Almería han tragado con un sevillano de a pie desconocido y desconocedor de la provincia, ¿cómo no se van a tragar- se preguntaría- a un militar progre revestido de quincalla? Bueno, pues no. Los electores almerienses no se lo tragaron. Llegó la comandante de Izquierda Unida, Rosalía Martín, y mandó parar. En aquellas elecciones de junio, Julio se quedó compuesto y sin acta y el gran estratega todavía continuará preguntándose cuándo se jodió el escaño, mi general.
Pero, como buen comunista fiel al convencimiento de que lo se equivoca no es el partido, sino la realidad, en los últimos meses estamos asistiendo al otoño político de Heras y la diputada Ayala. No conozco más allá del saludo y poco más a ninguno de los dos, pero apuesto diez contra uno a que en el ocaso por el que atraviesan no es indiferente la cercanía de los dos al errejonismo.
Para Iglesias Almería es un punto fallido en el mapa de sus conquistas, nada más. Ni le importa, ni le ocupa, ni le preocupa. La única y última vez que se interesó por esta provincia fue en la noche electoral de la derrota de su general de cabecera. Fin de la cita.
Lo que no hay que descartar es que, tras aquella derrota y, sobre todo, tras profesar tímidamente la fe errejonista algunos de sus dirigentes en la provincia, los comisarios políticos hayan hecho su trabajo imponiendo “la línea correcta” que tanto gusta al mesianismo populista. Si a Errejón le han echado sus propios compañeros de las tertulias de la SER, ¿qué les impide instalar en la penumbra política a dos dirigentes como Ayala y Heras a pesar de que no fueron capaces de levantar ni un susurro de voz cuando Madrid dispuso e impuso en su provincia?
Podemos fue hasta Vistalegre un partido de bandos. En los próximos meses- y si los militantes del PSOE se equivocan- puede acabar convirtiéndose en una banda dirigida por Iglesias y con Pedro Sánchez tocando el bombo o, lo que es lo mismo: mucho ruido y pocas nueces. Al tiempo.  
  
   


 







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