De las miles de estampas que quedarán para la memoria histórica del día que (quizá por primera vez) Almería se sintió acompañada en su soledad milenaria, no encuentro otra más conmovedoramente reveladora que la de Juan del Águila mostrando su respaldo al Corredor Mediterráneo.
En una provincia en la que el talento personal convive con la pasividad colectiva, que desde la altura de sus ochenta y siete magníficos años el hombre que, en gran medida, construyó el presente para no repetir el pasado, asista complacido y solidario a la batalla por el futuro es una imagen llena de ejemplaridad y una lección de dignidad. Es el destino de los luchadores, la Ítaca de los soñadores: la vida no vale nada si, cada paso del camino, no se vive- y se siente- con la emoción del primer amanecer en que se inició la marcha.
El miércoles, el Palacio de Congresos de Aguadulce fue el escenario en el que la isla de Almería- así la definió, con tino, Diego Martínez Cano-acogió la mayor concentración de las celebradas hasta ahora para reivindicar el Corredor. No podía ser- y no debía ser y no fue- de otra manera.
Ha llegado la hora de que la provincia española más marginada por el olvido y la humillación ferroviaria despierte de su resignado letargo y mande parar. ¿Cómo? Lo dijo Vicente Boluda, el empresario valenciano que lidera el movimiento por el Corredor, pero lo multiplicó la aprobación unánime de los más de ochocientos empresarios asistentes: “Lo que me pide el corazón es decir que hay que aprender a votar”. Y eso vale para todos los partidos. La marginación ferroviaria de esta provinciano es de ahora ni de antes: es de siempre y por todos.
La historia del tren en Almería es una vía dolorosa salpicada de estaciones en las que, a la penitencia del olvido, se le añade la crueldad de la humillación. Si en 1895 se nos “distinguió” con ser la penúltima provincia española a la que llegó el tren, 122 años después tenemos el “privilegio” de haber abandonado esa posición y ser la provincia con menos kilómetros de tren de toda España: 68 kilómetros en la conexión con Madrid y 17,5 en la conexión entre Pulpí y la comunidad murciana. Más de un siglo en el que hemos asistido al cierre de los 91 kilómetros de la Lorca- Baza tras 78 años de servicio, la desaparición de los expresos nocturnos con Madrid y Sevilla o la paralización 1693 días -a fecha de hoy, que el contador continúa mañana- de las obras del AVE entre Murcia y Almería.
Si ante estos antecedentes y la amenaza que supone para el futuro socioeconómico de la provincia que el Corredor y los compromisos para la llegada de la Alta Velocidad se incumplan, los almerienses no somos capaces de asumir la responsabilidad colectiva de acabar con esa marginación, habremos demostrado un nivel de indignidad colectiva que nos acercaría a la impudicia de tener que asumir que tenemos lo que nos merecemos.
En el acto del Palacio de Congresos de Aguadulce quedó claro que en la travesía por la reivindicación del Corredor, Almería y su capacidad exportadora cuentan con el acompañamiento solidario del resto de los territorios mediterráneos. En una época en la que el aldeanismo- da igual que sea de un país, una región o una provincia, es aldeanismo al cabo-, en unos momentos en los que el sentimiento identitario, digo, quiere hacer de su aldea el mundo y no del mundo su aldea, el que empresarios catalanes, valencianos, murcianos y andaluces coincidan en remar juntos en la misma travesía es un gesto que alienta la esperanza.
En una sociedad tan extremadamente compleja y en la que los recursos son limitados, es preciso unificar fuerzas. Por eso gustó a tantos la letra y la música de lo que se oyó en Aguadulce. Y, sobre todo, gustó la percepción de que, no solo no estamos solos, sino que, además, nos necesitamos, que el viaje en soledad no lleva a ninguna parte y acompañados nos hará llegar lejos.
La próxima parada de este tren hacia el progreso tiene su estación en Madrid el 3 de octubre. Y Almería tiene que visualizarse –“allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir”-, con la determinación que lo hizo el miércoles. Este es un tren del que nadie tienen derecho a bajarse. Solo los cobardes que no son capaces de luchar por lo que es tan justo y tan necesario.
Quien tenga dudas de si merece la pena luchar, que busque la respuesta en la imagen de Juan del Águila por entre el hormigón del Palacio de Aguadulce apoyando, desde la inquieta inquietud de sus 87 años, el compromiso por la conquista del futuro para las generaciones que vendrán. Eso sí es querer a Almería. A ver si aprenden algunos.
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