Sevilla, Almería y la cumbre de Valencia

La ausencia del consejero andaluz de Fomento, Felipe López, de una cumbre autonómica en Valencia sobre el Corredor Mediterráneo, ha sido cuestionada por algunos par

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 04 jun. 2017

La decisión de Fomento de enviar al director general de Movilidad a la cumbre sobre el Corredor Mediterráneo celebrada el miércoles en Valencia es un insulto a la responsabilidad política y un desprecio hacia los intereses de Almería.
Que a una cumbre a la que asiste el responsable del Corredor Mediterráneo del Gobierno y máximos representantes de la Generalitat valenciana y catalana y del Gobierno murciano, la ausencia del consejero andaluz se justifique por problemas de agenda de la magnitud colosal de la firma de un convenio para un apeadero de autobuses en Montoro, solo puede producir sarcasmo, si no fuera porque, tan indefendible excusa, encierra un síntoma más, otro más, de la ambigüedad con que la Junta contempla la dualidad entre el Corredor Central y el del Mediterráneo.
Susana Díaz ha reiterado una y otra vez que apoya los dos Corredores, pero, en política, no siempre se puede satisfacer a todo el mundo y, sobre todo, no siempre hay presupuesto para todo. Gestionar es tomar decisiones, elegir entre varias opciones, optar por la decisión de mayor rentabilidad social, aunque en la decisión, no se pueda evitar la insatisfacción de aquellos a los que no contenta la opción elegida.
Aunque no estén de moda, siempre hay que volver a los clásicos. Y si Aristóteles defiende en su teoría sobre “el mal menor” que entre dos opciones negativas hay que elegir la que menos coste suponga para la sociedad, el mismo argumento de hace más de dos mil años del filósofo griego nos vale para aprender que, entre dos opciones positivas, hay que elegir aquella que más beneficios reporte a más ciudadanos. No es fácil, es verdad. Pero los políticos están obligados a gestionar la realidad; aunque sea incómoda. O, sobre todo, cuando sea incómoda; porque para eso han sido elegidos.
Puedo estar instalado en el error inevitable al que se arriesga quien sostiene opiniones desde el difuso espacio de la intuición, pero no soy capaz de alejarme de la percepción de que a la Junta, lo que de verdad le preocupa es la conexión del puerto de Algeciras con la red europea transpirenaica y que, en esa aspiración (tan lógica y que todos compartimos), el Corredor por el que se llegue es secundario. 
Es una mera intuición, ya digo, pero el escaso énfasis con que desde Sevilla se contempla la opción ‘Mediterránea’ no invita a pensar lo contrario. Y mucho menos cuando, como en el caso de la cumbre valenciana del miércoles, el consejero diseña su agenda de forma tan extravagante. 
Porque no de otra forma puede calificarse que optara por la firma de un convenio para un apeadero de bus en un pueblo cordobés -algo que, por otra parte, podría hacer cualquier otro día- en vez de asistir a una cumbre interregional sobre una de las infraestructuras productivas que van a ser decisivas en el futuro socioeconómico del territorio andaluz que va desde Algeciras hasta Almería, pasando por Granada y Málaga.
Quizá sea la distancia emocional, el escasísimo (si no fuera benevolente escribiría nulo) peso político que los socialistas almerienses han tenido, tienen y, lamentablemente me temo, van a tener en San Telmo y San Vicente, o el pecado de no haber sabido y no saber reivindicar con contundencia la atención que esta provincia merece, pero es incuestionable que, para la inmensa mayoría (seamos benevolentes otra vez) de los consejeros del Gobierno autonómico, Almería continúa siendo una provincia andaluza de extramuros.
Sólo así se entienden ‘agendas’ como la del miércoles o ausencias como las del consejero de Presidencia que, en todos sus años de mandato, solo ha venido una o ninguna vez por la provincia.
Son solo dos detalles. Pero hay detalles que, en su rotundidad, revelan una forma de pensar, de sentir y de decidir con más nitidez que el cuadro más realista. 


 







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