Se viene hablando de posibles nombres para la esperada e ilusionante biblioteca municipal, cercana ya su inauguración. Todos son dignos e importantes. Sin embargo, creo, después de reflexionar detenidamente, que el perfil más adecuado para su nombre sería el de Celia Viñas. Basta conocer su trayectoria en Almería y leer sus textos, especialmente las cartas, para justificar esta sugerencia a las autoridades municipales: once años entregada a sus alumnos, inculcándoles su amor a la lectura y realizando una labor cultural de repercusión nacional. Nadie como ella se entregó a nuestra ciudad y a sus instituciones y movimientos culturales hasta el punto de ser elegida, por votación popular a través del diario Ideal en 2000, como la figura más influyente en Almería en el siglo XX.
Celia Viñas, tras obtener el número uno en las oposiciones a cátedra de Lengua y Literatura de Enseñanza Media, llega a Almería el ocho de marzo de 1943:“Y por fin un ancho paseo de palmeras. Paseo del Generalísimo. Me doy cuenta de que estamos en el célebre Paseo del Príncipe. Y el auto se detiene y una nube de niños sucios se pelea como pilluelos árabes por llevarle a uno la maleta. ¿Hotel Simón? Está a dos pasos. Y a las siete de la tarde entramos mi maleta y yo en el gran Hotel Simón. Habíamos salido a las diez de Murcia”. Tuvo una importancia tan significativa en aquellos años de posguerra que rebasó los límites de Almería. Fue una profesora entregada a su trabajo y adelantada a su tiempo. Fue un regalo para nuestra tierra. Fue un grano de trigo sembrado, demasiado prematuramente en el desnudo paisaje almeriense. Acababa de cumplir 39 años.
Paisaje
Impresiona su conocimiento de nuestra geografía, de nuestro paisaje y de sus gentes desde el mismo momento de su llegada. La descripción del recorrido desde Huércal-Overa hasta la ciudad, por primera vez, está lleno de detalles, bellamente narrados: “Huércal-Overa ya es Almería. Y más allá de Huércal… ¡oh! Un verdadero paisaje lunar, montes y montes y más montes completamente pelones sin un arbolillo, sin una mísera yerba. Una acuarela sin el verde. Cielo y monte. Nada más”.
Son, igualmente, preciosas las descripciones de sus excursiones: “Atravesamos un pueblo, Aulago, que jamás podré olvidar… algo trágico, en ruinas, desmoronado y quieto como el esqueleto de un pájaro podrido… Y torrenteras secas y barrancales y cerros y más cerros. Una soledad tan dulce y tan melosa que daban ganas de quedarse allí… Algunas casuchas construidas con pizarras oscuras, más soledad, torrenteras secas, barrancos secos, seco y seco todo”.
Así encuentra Almería a su vuelta de vacaciones: “En la terraza del hotel y un domingo por la mañana. Un solazo andaluz sobre las azoteas, y las palmas esbeltas abanicando el cielo azul de mapa. El campanario de san Sebastián no se ha movido durante mi ausencia. Ahí está intacto. Y ahí, también está la Alcazaba, el cerro de san Cristóbal, la cúpula de san Pedro, la espadaña de la catedral y, entre el castillo de san Telmo y el cabo de Gata, el mar que tampoco se ha movido, aunque yo no estuviera aquí, en mi Almería, para mirarlo y velar pedagógicamente por él”. Y en otra: “Son estos unos días en Almería de una perfección clásica. ¡Qué luz, qué cielo, qué mar y qué dulzura en las azoteas blancas y las modestas torres de nuestras iglesias!”.
Fotos literarias
Estas fotografías literarias que hace de nuestro paisaje son el reflejo del amor que ella tiene a nuestra tierra. Me recuerda su hermana Encarna en una carta desde Mallorca que “su presencia está mucho más viva en Almería. Allí fue donde desarrolló su auténtica vida”. Llega hasta tal extremo esta pasión por Almería que, a veces, posee una intuición profética: ”Yo no puedo dar más que algún libro de poemas, alguna distinción académica, un futuro nombramiento de hija adoptiva de Almería y una placa en el Instituto cuando un alumno mío llegue a gobernador de provincias, procurador en Cortes o rey del estraperlo…”. O el nombre a una biblioteca, añadiría yo.
Siempre les habla a sus padres y hermanas de sus alumnos como maestra y madre preocupada por sus notas, becas, su futuro y hasta de su salud. “Os estoy dando la lata con mis chicos, pero todos hablamos de lo que constituye nuestra vida”. Aparece con frecuencia su carácter bondadoso y este sentido maternal: “Solo suspendo en casos graves de ortografía y mentalidad”. Podría haber sido una gran escritora, pero siempre priorizó la labor de profesora. Confesó en una carta a su hermana Encarna: “¿Te gusta dar clase? Yo creo que es lo más apasionante del mundo. Más apasionante que escribir una novela o representar una comedia. Yo disfruto más en una clase bien dada, y bien recibida, que no en la creación artística…”.
Son numerosísimos los testimonios de alumnos de Celia que han dado testimonio de sus inquietudes literarias y pasión por la lectura (Lorca, Machado, Hernández, Lope, Cervantes eran familiares para ellos). Recojo como muestra el del añorado Agustín Gómez Arcos, uno de sus predilectos alumnos, quine me escribió: “Celia controló durante una serie de años todas mis lecturas. Yo solo leía lo que ella me daba y en mi 4º/5º de Bachiller me dejó libre para leer lo que quisiera, es decir a los 16/17 años me dijo que era libre para leer lo que quisiera, pero hasta entonces me hizo leer la intemerata. Yo creo que lo hacía porque –lo que tengo que agradecerle a Celia- creyó que yo un día llegaría a ser escritor. Ella estaba totalmente convencida y creo que, como profesora, lo hizo todo para que verdaderamente llegase un día a escribir”.
Amor
Basten los siguientes fragmentos de sus cartas como una pequeña muestra de su amor a la ciudad de Almería, a sus alumnos y al mundo de los libros.
Al poco de estar aquí, le escribe a Mª del Mar de la Cámara: “Yo moriría por dar un árbol a mi Almería, lo sabes tú porque lo puse, lo metí en una poesía, lo que no sabes es que estoy realmente muriendo, felizmente muriendo para que en ti, en vosotros, florezcan los pinitos jóvenes”. Unos años después, a Mª del Mar Cruz: “Serás tú uno de estos seres magníficos que justifiquen mi vivir de un curso y otro, en mi soledad de Almería, rodeada de libros… ¿Sabes por qué no me voy de Almería? Porque cada año alguien vale la pena. Si algún día me encuentro con el vacío, ¡adiós fandanguillo de Almería, Plaza de la Virgen del Mar! ¡Con las ganas que yo tengo de saber cosicas de Almería cuando me voy!”. Ya en los años cincuenta, le expresa a Encarna Romera: “Me gustaría enviarte la hermosura del viento la otra tarde, en la barranca, por los cerros de Almería, o ayer en la Cañada, con el perfume mojado del maíz y la alfalfa… Cuando me dicen que Almería no es hermosa, siempre me indigna. ¡Qué saben! Se piensan que la belleza es la Concha de San Sebastián o los prados para vacas de Santander… Nuevos ricos al fin y al cabo…”.Y a Mª Carmen Fernández, dos años antes de su muerte le confiesa (para entender esta cita, debemos recordar que Celia en 1951 consiguió el accésit al Concurso Nacional de Literatura por su obra El primer botón del mundo y trece cuentos más): “La señorita Celia se hace antigua en Almería. Son ya nueve años, niña, hija, son nueve años y son nueve años hermosos que por nada del mundo viviría de otra manera… Ahora que las sirenas han vuelto a cantar a propósito de la reacción de toda España con la noticia de mi pequeño triunfo, una y otra vez aseguro que hice bien en dejar Madrid y venirme a esta tierra seca, buena y tranquila… Si me cupiera otra vez elegir… volvía”.
Que el recuerdo de Celia siga vivo entre nosotros y que, especialmente, los jóvenes y los niños mantengan encendida la luz de su palabra a través del rótulo ‘Biblioteca Municipal Celia Viñas’ que, ¡ojalá!, puedan encontrar en sus visitas a la nueva biblioteca.
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