Y seguir cobrando de los ocupantes

Perdonen que vuelva al monocultivo editorial de la prensa en estos días, pero es que a mí tampoco se me va de la cabeza el despropósito catalán. Y lo que veo, entre otras muchas cosas, es que a veces parece que los primeros en no asumir lo que supondría la ruptura que tanto anhelan son los propios independentistas. Es decir, que todo el impulso y el empuje lo dedican a lograr el ansiado punto de eclosión, pero no parece que tengan un plan muy bien definido para saber qué hacer a partir de ese momento. Y como las cosas están un poco en el aire, mejor que nada cambie. Independientes, sí, pero sin alterar su zona de confort. Esta noche, por ejemplo, se va a producir el hecho insólito de que millones de telespectadores estén pendientes de un petardo futbolístico del calibre de un España-Albania, nada más para que para evaluar el rechazo decibélico que el público asistente propina al lenguaraz independentista Gerard Piqué, futbolista que después de significarse hasta la extenuación como partidario de la ruptura de Cataluña con España, pretende que todo el mundo entienda como normal su participación remunerada con el equipo del país que aspira a romper y con el que no desea tener más relación que la económica. Pero esto del independentismo a la carta no es una aspiración exclusiva del excelente, aunque muy incoherente, defensa central. El presidente de su club, el señor Bertomeu, ha tenido el aplomo y el cuajo dialéctico de señalar que en caso de que se produjera la independencia de Cataluña, el Barcelona FC –club que ha apoyado y apoya la ruptura con España- escogerá en qué liga jugar, incluyendo en esa opción la española, que es la que mejor paga los derechos televisivos. Independistas sí; tontos no. Es decir, que nos declaramos independientes de España, pero si podemos sacar provecho de mantener vínculos económicos con la potencia ocupante, la del paletismo cerril y la violencia brutal, pues los mantenemos sin problema, que la pela es la pela. Menudo nivel.