Los besos malditos

José Luis Masegosa
23:14 • 12 nov. 2017

La decimosexta edición del Festival Internacional de Cine de Almería, que comenzó anoche, pone de relieve, un año, más la inseparable simbiosis del nombre de Almería y el séptimo arte. El referente histórico de la provincia en el panorama cinematográfico es incuestionable, y año tras año las instituciones, entidades, sociedades y colectivos implicados en este relevante acontecimiento  tratan de afianzar la identidad cinéfila de Almería. Cada edición constituye un peldaño a superar en la nada fácil escala de los certámenes y festivales dedicados al mundo del celuloide. Sin perder de vista la visión generalista del cine, no estaría de más detenerse en contenidos y temáticas expresos. Es el caso, por ejemplo, del beso. El cine ha retratado besos para todos los gustos. El beso, ese acto de comunicación interpersonal que dicen los expertos libera gran cantidad de endorfinas, la conocida como hormona de la felicidad. El beso ha sido y es objeto de una prolija literatura que abarca numerosos aspectos y una histórica filmografía que recoge los mejores besos del celuloide: el que John Rice y May Irwin se regalan durante 47 segundos en el musical “The Window Jones”, considerado como el primer beso de la historia del cine, o el que Golfo y Dama se dan en “La dama y el vagabundo”, entre otros muchos. 
Hay besos generosos, besos dulces, amargos, fingidos, traicioneros como el de Judas y hasta malditos. Al respecto  participaba recientemente en una amena conversación acerca de esta temática. Mediada la tertulia se terció una trágica historia real acontecida en los límites geográficos de un municipio vecino con mi pueblo. Un antepasado de quien puso voz al relato, varón apuesto, con presencia y de nombre Guillermo, anduvo en cortejo durante la posguerra  con una hermosa dama, atractiva hasta el tuétano, delicada, sensual y simpática, Amanda de pila, e hija del médico de la localidad que acogió tan deleznable suceso. A la caída del crepúsculo de una aciaga jornada Guillermo acudió, como todos los días, a cumplimentar a su amada, que le aguardaba en el zaguán de su vivienda. Tras la visita amorosa,  el galán se dispuso a abandonar la casona que ocupaba la familia del facultativo. Amanda despidió a su novio con un beso apasionado a través del hueco de las rejas de uno de los ventanales de la planta baja. El joven regresó por el itinerario habitual. Al salvar un repecho de la calle se sintió encañonado por alguien que le espetó : “!Tú eres el afortunado, pero hasta hoy!”. Un mortal disparo acabó con la vida de Guillermo. Semanas después fue detenido el autor del crimen, un osado pretendiente, quien rechazado por la hija del médico quiso vengar tan alto despecho. Amanda murió en soltería. En  el pueblo dicen que nunca han faltado flores frescas en la tumba de Guillermo, pero también hay quien recuerda  que el beso de Amanda fue un beso asesino y que sus vecinos maldijeron desde entonces los besos de amor.







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