Rusia es demasiado grande. Demasiado inaprensible como para localizar el origen de una intoxicación informativa esparcida por las redes sociales desde su territorio de soberanía. Pero hay indicios que sugieren implicación directa del Gobierno de Putin.
El resultado son acciones furtivas en Internet, deformadoras de la realidad que nos concierne. En este caso, respecto al conflicto catalán. Si sus efectos son claramente desestabilizadores y está acreditada la intención del Kremlin de crearle problemas añadidos a Europa, todo empieza a encajar.
Hace unos días, un representante del Gobierno ruso declaró que en España se practica la represión política y la violencia policial contra patriotas catalanes. No creo que fuese desahogo personal por incontenible deseo de solidarizarse con los patriotas catalanes. Este señor es el máximo responsable de los servicios secretos rusos para el exterior, responde al nombre de Serguei Naryshkin y depende directamente de Putin. Si no compartimos el mensaje que caracteriza a España como Estado represor, habremos de convenir en que esto es lo que entendemos por "fake news". Por otra parte, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lakov, ya había instado públicamente al Gobierno español a demostrar sus acusaciones sobre la implicación del Kremlin en los ciberataques. Pero maldita la falta que le hace a Moncloa tener ahora un problema diplomático con aquel país. Así que faltó tiempo para aclarar que las insinuaciones no se dirigían al Gobierno ruso sino a que las injerencias habían salido del "territorio ruso".
El Gobierno español pudo haber recordado que la razón de Estado produce monstruos, pues el trabajo sucio se hace extramuros del orden legal y que los Gobiernos, como en las películas, siempre alegarán que no conocen de nada al ejecutor.
Así funcionan los servicios secretos de los Estados. Hay literatura para aburrir sobre el trabajo de sus agentes en los desagües de las cancillerías. Pero eso nos llevaría a hurgar en los antecedentes de Vladimir Putin como un consumado experto en la utilización de los servicios secretos. Un oficio en el que él, ay, alcanzó a su manera el uso de la razón política.
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